sábado, 5 de agosto de 2023

VIDA Y MUERTE DE KRISHNAMURTI - ESCRITO POR MARY LUTYENS - 14-

 14

 «Los ideales son cosas crueles»

 Ese invierno, Mary Zimbalist y Alain Naudé fueron con K a la India y viajaron por todo el país con él y sus amigos indios, yendo a todos los lugares en los que habitualmente ofrecía pláticas y sostenía discusiones. 

En diciembre de 1965, estando aún en la India, K recibió de Rajagopal una invitación inesperada, que aceptó, para hablar en Ojai durante octubre de 1966. 

El Primer Ministro de la India, Lál Bahadur Shastri, murió el 11 de enero de 1966. Indira Gandhi, íntima amiga de Pupul Jayakar, se convirtió en Primer Ministro. 

Conocí a Mary Zimbalist en Inglaterra durante la primavera de 1966. Inesperadamente, ella paró una tarde ante la puerta de nuestra casa de campo acompañada de K y Alain. 

Habían tenido un almuerzo campestre y K los había guiado hasta nosotros. 

Cuando finalmente se fueron, recuerdo haber pensado qué trío tan admirablemente feliz y afable parecían y qué beneficiosa era la compañía de ellos para la salud y el ánimo de K. 

Fue una visita plena de risas. Mi amistad con estos nuevos amigos de K creció rápidamente. De allí en adelante, K quiso alojarse con ellos dondequiera que fueran. 

Estuvieron en Gstaad ese verano, aunque hospedados en otro chalet, en Nueva York K se alojó con ambos en el apartamento del hermano de Mary y después, en California, en la hermosa casa que Mary tenía en Malibú, edificada sobre un risco que dominaba el mar. 

El 28 de octubre los tres fueron a Ojai y, al día siguiente, K ofreció la primera de seis pláticas en El Robledal, donde no había hablado desde 1960. Antes de la tercera plática, llegó un equipo de televisión y, por primera vez, se filmó una plática de K. 

Esta se ocupaba de lo que se ocupaban fundamentalmente todas sus pláticas: producir una transformación radical en la mente humana. 

Sin una transformación así, no podía haber un cambio verdadero en la sociedad, ni felicidad verdadera ni paz en el mundo. 

Repitió lo que había dicho numerosas veces antes: que sus palabras eran un espejo en el cual las personas podían ver lo que realmente estaba ocurriendo dentro de ellas. 

Infortunadamente, la esperada reconciliación entre K y Rajagopal no se produjo pese a que ambos se encontraron a solas varias veces. 

K seguía insistiendo en su reincorporación a la junta de la KWINC; Rajagopal se negaba a que K tuviera responsabilidad alguna en la organización. 

K también habló con el vicepresidente de la KWINC y con uno de los síndicos a quienes había conocido bien durante años, pero ninguno de los dos quiso o pudo ayudar. 

Los celos con respecto a los dos nuevos amigos de K (Alain y Mary) no mejoraron la situación. 

En diciembre de ese año K voló completamente solo a Delhi (Alain Naudé había regresado a Pretoria para ver a sus padres). 

Las pláticas que K ofreció en la India durante ese año, fueron las últimas en ser publicadas por la KWINC. 

En marzo de 1967, Mary y Alain volvieron a reunirse con K en Roma y viajaron con él a París, donde se alojaron en una casa que había alquilado Mary. 

K nunca más volvería a alojarse con los Suarès; éstos salieron de su vida después de una suerte de disputa que hubo con León de Vidas sobre los arreglos para las pláticas de K en París. 

Después de París, K viajó con Mary y Alain a Holanda, donde habló en Amsterdam; era la primera vez que lo hacía, y siguió haciéndolo por los siguientes once años. 

Se hospedaron en una granja en Huizen, el pueblo donde Wedgwood había tenido su comunidad, pero K no conservaba recuerdo alguno de esto. 

Como mi esposo y yo nos encontrábamos en Holanda por ese entonces, fuimos a visitarlos. 

Justo cuando nos íbamos, K me preguntó inesperadamente si yo escribiría un libro para él. 

Me quedé pasmada al escucharme decir: «Sí. ¿Qué clase de libro?» Él contestó: «Algo basado en las pláticas. 

Eso lo dejo a su cargo». Creo que fue Alain quien lo había sugerido. 

Yo nunca había hablado con K acerca de mis escritos y no creo que él se hubiera enterado, hasta que Alain se lo dijo, de que yo era una autora profesional. 

Pero ninguno de ellos podía conocer el hecho de que yo no había leído una palabra de K desde 1928. 

El resto del verano estuvo eclipsado para mí por la enormidad de lo que había emprendido; sin embargo, nunca consideré la posibilidad de desistir de ello. 

Sabía que era un reto tremendo. 

Cuando regresé a Londres pregunté a Doris Pratt, a quien conocía desde los tiempos de Ommen, cuáles consideraba ella que eran las mejores pláticas de los dos últimos años. 

Recomendó las de 1963 y 1964 y me envió los cuatro volúmenes con los textos fidedignos de las pláticas ofrecidas en Europa y la India durante esos años. 

Leí estos volúmenes con intensa excitación. 

Fue como si hubiera estado viviendo en una habitación con muchas ventanas, todas cubiertas con persianas oscuras y, a medida que iba leyendo, las persianas se levantaran una tras otra. 

Declaraciones como «los ideales son cosas crueles» y «’yo trataré’ es la afirmación más terrible que uno pueda hacer», revolucionaron mi pensar. 

K abarcaba los mismos temas básicos en cada una de sus pláticas y, por lo tanto, había mucha repetición, aunque nunca exactamente con las mismas palabras. 

Así que hice un índice con estos temas bajo encabezamientos tales como: Percepción directa, El condicionamiento, La conciencia, La muerte, El temor, La libertad, Dios, El Amor, La meditación, etc.

 Escogí aquellos pasajes en los cuales pensaba que él se había expresado con mayor claridad y belleza, y los entrelacé en un libro de 124 páginas. 

No alteré una sola palabra de K ni agregué palabra alguna; sin embargo, este libro no es una antología. Es más bien un compendio de Krishnamurti, jamás he tenido una tarea más difícil, más concentrada o emocionante. 

Un párrafo que aprendí de memoria, era: «Estar libre de toda autoridad, tanto de la propia como de la ajena, es morir a todo lo de ayer, de modo que la mente de uno sea siempre nueva, siempre joven, inocente, llena de vigor y pasión». 

Este libro, bajo el título elegido por K mismo de Freedom from the Known (1) , se publicó en 1969.

 Para mí, el capítulo más bello y conmovedor, es el del amor. 

Muchas personas encuentran que la enseñanza de Krishnamurti es negativa porque a veces él solamente podía descubrir lo que algo era, diciendo lo que ello no era. 

El amor es un ejemplo excelente de esto. 

El amor no es celos, no es afán posesivo, el amor no exige ser amado, el amor no es miedo, no es placer sexual; depender de otro no es amor, el pensamiento no puede cultivar el amor, el amor no es autocompasión. (Esto hace que uno entienda una declaración ulterior de K: «No existe tal cosa como un amor desdichado»). «¿No saben ustedes lo que significa realmente amar» -pregunta-, «amar sin odio, sin ira, sin celos, sin querer interferir con lo que el otro está pensando o haciendo, sin condenar, sin comparar? ¿No saben lo que eso significa? Cuando uno ama a alguien con todo el corazón, con toda la mente, con todo el cuerpo, con la totalidad de su ser, ¿hay acaso comparación?» 

El concepto que yo encontraba difícil de comprender es el que dice que «el observador es lo observado». 

Finalmente llegué a una interpretación de esto: El yo mira todos sus estados internos del ser con su propia mente condicionada y, por lo tanto, lo que ve es una réplica de sí mismo, lo que somos es lo que vemos. 

La concepción de un yo superior que puede dirigir los otros yoes de uno, es una ilusión, puesto que existe un solo yo. 

Cuando K decía en otras pláticas: «La experiencia es el experimentador» y «El pensador es el pensamiento», estaba meramente usando palabras diferentes para expresar la misma idea. 

A principios de junio de 1967, Mary Zimbalist condujo a K y Alain Naudé en automóvil a Gstaad, donde se alojaron juntos en otra casa de campo a la espera de que llegara Vanda y abriera Tanneg para K. 

Unos días antes de trasladarse a Tanneg, K cayó en cama con fiebre. 

Mary anotó en su diario que creía que él deliraba cuando la miraba sin reconocerla y decía con su voz de niño: «Krishna se ha ido». 

Él le preguntó si ella había «cuestionado a Krishna», y agregó: «A él no le gusta que lo cuestiones. Después de todos estos años no me he acostumbrado a él». 

Mary, evidentemente, no estaba enterada del «proceso». 

Aunque de ahí en adelante y hasta la muerte de K, habría de permanecer a su lado más que ninguna otra persona, ésta parece haber sido la única vez que «el proceso» se manifestó ante ella. 

Sin embargo, K le había advertido que en ocasiones solía desmayarse, incluso cuando lo llevaban en automóvil; ella debía hacer caso omiso y seguir conduciendo lentamente. Esto ocurrió de hecho varias veces. 

K solía desplomarse desmayado en el regazo o los hombros de Mary, pero pronto se recobraba y no se sentía peor que antes. 

Ese verano en Gstaad se conversó mucho acerca de una escuela que K deseaba fundar en Europa. 

Un viejo amigo le había ofrecido 50.000 libras a fin de que K se construyera una casa para cuando tomara la decisión de retirarse. Como no tenía el propósito de retirarse jamás, K le preguntó si podía invertir el dinero en una escuela, solicitud que fue aceptada de inmediato. 

K había conocido recientemente a la persona ideal para dirigir esa escuela: Dorothy Simmons. 

Ella y su marido Montague acababan de retirarse después de dirigir durante dieciocho años una escuela gubernamental. 

Pronto se decidió que la nueva escuela debería estar en Inglaterra, puesto que Mrs. Simmons no podría dirigirla eficientemente en un idioma extranjero. 

Finalmente, se adquirió Brockwood Park, en 42.000 libras, una gran casa de estilo georgiano situada en Hampshire, la cual incluía treinta y seis acres de parques y jardines; los Simmons, Doris Pratt y un alumno se instalaron allí a fines de 1968. 

K había decidido fundar la escuela contrariando los consejos de su entonces consejero de finanzas Gérard Blitz, fundador del Club Mediterráneo, quien le dijo que era completamente imposible hacer esto hasta tanto no se recolectaran más fondos a fin de equipar la escuela. Sin embargo, la política de K a lo largo de toda su vida fue hacer lo que él consideraba que era correcto, y el dinero llegaría de una u otra manera. 

Y habitualmente ocurría así. 

Pero antes de eso había tenido lugar una ruptura completa con Rajagopal y K había establecido un nuevo fideicomiso para la difusión de sus enseñanzas. 

En la escritura del mismo se aseguraba que una situación como la de Rajagopal no podría volver a surgir jamás. 

Durante la reunión de Saanen de 1968, se anunció: Krishnamurti desea hacer saber que se ha desvinculado completamente de la Krishnamurti Writings Incorporated de Ojai, California. 

Él espera que, como resultado de este anuncio público, aquellos que quieran asociarse a su labor y a sus enseñanzas, darán apoyo a la nueva, internacional Krishnamurti Foundation de Londres, Inglaterra, cuyas actividades habrán de incluir una escuela. 

La Escritura por la que se establece la Fundación, garantiza el respeto a los propósitos de Krishnamurti. Cuando Doris Pratt se retiró a Brockwood Park después de cuarenta años del más devoto servicio voluntario, Mary Cadogan, una mujer casada y con una hija, que había ayudado a Doris Pratt desde 1958, se convirtió en la Secretaria de la nueva Fundación. 

Antes de su casamiento, Mary Cadogan había trabajado para la BBC, y sus

 (1) Hay una edición en español publicada con el título. Libérese del pasado (Ediciones Krishnamurti - Puerto Rico, 1970). [N. del T.] 

calificaciones para el puesto eran de las más altas (desde entonces ha publicado cinco libros de éxito siendo Secretaria de la Fundación). 

Siguió un período difícil hasta que comenzaron a ingresar las donaciones para la nueva Fundación. 

Los activos de la KWINC estaban congelados pero, afortunadamente, Doris Pratt y Mary Cadogan habían constituido un pequeño capital que permitió seguir funcionando a la nueva Fundación. 

Por esta época K formó un Comité de Publicaciones bajo la presidencia de George Wingfield-Digby, que entonces era Encargado del Departamento de Textiles del Victoria and Albert Museum, experto en porcelanas orientales y autor de una biografía de William Blake. 

Este comité tendría en el futuro la responsabilidad de preparar las pláticas de K para su edición y de publicar un Boletín, además de atender todo lo vinculado con la prensa. 

Los textos fidedignos de las pláticas fueron en adelante impresos en Holanda en vez de la India. 

En 1969 se estableció en Norteamérica la American Krishnamurti Foundation y, en 1970, la Indian Foundation. 

Siguió a esto un litigio inevitable entre la KWINC y la American Foundation, el cual se prolongó hasta 1974 cuando se arregló extrajudicialmente. 

Los principales términos del arreglo fueron que la KWINC debía disolverse y que otra organización, la K & R Foundation, de la cual Rajagopal tendría el control, conservaría los derechos de autor correspondientes a los escritos de K anteriores al 19 de julio de 1968; 150 acres de terreno en el extremo occidental del Valle de Ojai, incluyendo El Robledal, y once acres en el extremo más alto donde se encontraban la Cabaña de los Pinos y Arya Vihara, deberían transferirse a la Krishnamurti Foundation of America (KFA); los bienes en dinero efectivo de la KWINC deberían transferirse a la KFA después de deducir ciertas sumas para pensiones y costas legales de Rajagopal, y Rajagopal retendría la posesión de su casa mientras viviera. 

Mientras el caso proseguía, K continuó con sus giras internacionales. 

Las diferencias eran que ahora paraba en Brockwood Park cuando venía a Inglaterra, que cuando estaba en California se alojaba con Mary Zimbalist en Malibú en vez de Ojai y que hablaba en Santa Mónica en lugar de hacerlo en El Robledal. 

En el otoño de 1969, Alain Naudé dejó de trabajar para K y fue a vivir en San Francisco donde enseñaba música.

A veces se hospedaba en Malibú y K le veía siempre que iba a San Francisco. 

Alain había hecho mucho por K al haberlo puesto en contacto con la juventud de EE.UU., organizando para él las pláticas en distintas universidades, incluidas las de Harvard y Berkeley. 

«De manera completamente natural y, no obstante, un poco sorprendente», escribió Alain, «Krishnamurti es de pronto el héroe y amigo de estos estudiantes, porque mucho antes de que le conocieran, las cosas sobre las que hablaba se habían vuelto para ellos tan importantes como el comer y el respirar. 

Les gusta lo que dice y sienten por él un afecto muy familiar desprovisto de todo temor o reverencia» (1) . 

Mientras K estuvo parando en Brockwood durante la primavera de 1970, me pidió que escribiera un relato acerca de los primeros años de su vida. 

Primero se lo había pedido a su viejo amigo Shiva Rao, pero después de reunir una gran cantidad de material procedente de los Archivos Teosóficos de Adyar, Shiva Rao cayó muy enfermo y supo que nunca se iba a recuperar lo suficiente como para escribir el libro (murió al año siguiente). 

Por lo tanto, ofreció poner a mi disposición toda la documentación que obraba en su poder. Yo había conocido a Shiva Rao en 1923 cuando fui por primera vez a la India, y desde entonces habíamos seguido siendo íntimos amigos. 

K dijo que traería los papeles consigo cuando viniera de la India a comienzos del año siguiente. 

Desde luego que yo me sentía encantada de que se me hubiera pedido que escribiera este relato, pero estipulé, antes de aceptar, que no debía exigírseme que mostrara el texto a nadie. 

Después de acceder a esto, K me dio por escrito el permiso de citar sus cartas y los relatos de su experiencia de 1922 en Ojai, los que jamás se habían publicado. 

Aunque no tenía la intención de comenzar el libro hasta haber recibido el material de Shiva Rao, en junio fui a Brockwood para tener con K mi primera entrevista al respecto. 

Él pareció profundamente interesado en «el niño», como se refería a sí mismo, y se preguntó por qué había sido escogido por Leadbeater. 

¿Cuál era la cualidad de la mente del niño? 

¿Qué lo había protegido durante todos estos años? 

¿Por qué el niño sometido a toda esa adulación, no se había corrompido ni condicionado? 

Él podría haberse convertido en «una abominación». 

Esta curiosidad acerca del niño, aunque intensa, era completamente impersonal. 

Era corno si K esperara que el registro escrito de la verdadera historia pudiese revelar algo que explicara el fenómeno del hombre en el cual él tenía igualmente un interés impersonal. 

K no pudo haber sido más cooperativo, pero ¡ay!, no recordaba nada de los primeros años de su vida excepto lo que Shiva Rao y otros le habían contado. 

En 1970 se publicó un libro de K titulado The Urgency of Change (La Urgencia del Cambio), que consiste en preguntas inquisitivas que le formula Alain Naudé en Malibú y las respuestas de K. 

Alain había anotado por escrito tanto las preguntas como las respuestas, dictándolas en un grabador magnetofónico y luego volvió a leérselas a K por la noche a fin de introducir algunas correcciones. 

Este libro tiene, por lo tanto, un valor superior al de los libros que contienen otras pláticas editadas que K jamás revisaba o que ni siquiera miraba. 

Hay una parte

 (1) EFB, Nº 2. primavera de 1969. 

en el libro que trata uno de los temas que con más frecuencia reiteraba K y que es uno de los más difíciles de captar: la terminación del pensamiento. 

Interlocutor: Me pregunto qué entiende usted realmente por terminar con el pensamiento. 

Hablé acerca de ello con un amigo y me dijo que es alguna clase de disparate oriental. 

Para él, el pensamiento es indispensable y es la más alta forma de inteligencia. 

Ha creado la civilización y toda relación se basa en él. 

Todos nosotros aceptamos esto... Cuando no pensamos, dormimos, vegetamos o soñamos despiertos; nos sentimos vacíos, embotados e improductivos, mientras que cuando nos hallamos despiertos estamos pensando, actuando, viviendo, disputando; estos son los dos únicos estados que conocemos. 

Usted dice que debemos ir más allá de ambos, más allá del pensamiento y de la vacua inactividad. ¿Qué quiere decir con esto? 

Krishnamurti: Exponiéndolo de manera muy sencilla, el pensamiento es la respuesta de la memoria, del pasado. 

Cuando el pensamiento actúa, es este pasado el que está actuando como memoria, como experiencia, como conocimiento, como oportunidad. 

Cuando el pensamiento está operando es el pasado y, por lo tanto, no hay en él nada nuevo o vital; es el pasado que vive en el presente, mortificándose a sí mismo y al presente. 

De ese modo no hay, pues, nada nuevo en la vida. 

Y cuando queremos descubrir algo nuevo, el pasado ha de hallarse ausente, la mente no debe estar obstruida por el pensamiento, el temor, el placer y todo lo demás. 

Sólo cuando la mente está libre de confusión, lo nuevo puede manifestarse, y es por esta razón que decimos que el pensamiento debe estar quieto, operando sólo cuando tiene que hacerlo, de manera objetiva, eficiente. 

Toda continuidad es pensamiento; cuando hay continuidad no hay nada nuevo. 

¿Ve lo importante que es esto? Es realmente una cuestión de la vida misma. 

O usted vive en el pasado o vive de manera por completo diferente. 

Esa es toda la cuestión. 

En su Diario K había escrito: «Hay algo sagrado que no es del pensamiento, ni es un sentimiento resucitado por el pensar. Ello no es reconocible por el pensamiento ni puede éste utilizarlo ni formularlo. Pero hay algo sagrado, incontaminado por cualquier símbolo o palabra. Ello no es comunicable». Esta es toda la dificultad de un concepto como la terminación del pensamiento: que no puede comunicarse excepto por medio del pensamiento. 

Más adelante, K habría de decir: «El pensamiento contamina» y «El pensamiento es corrupción». 

Estas declaraciones tan francas son incomprensibles sin alguna explicación. 

El pensamiento era corrupto porque estaba «dividido», «fragmentado». 

De lo que K hablaba era, por supuesto, del pensamiento psicológico. 

El pensamiento es necesario para todos los propósitos prácticos, tal como lo es la memoria. 

K también Expresó en The Urgency of Change su actitud con respecto al sexo cuando respondió a la pregunta: «¿Puede haber sexo sin este deseo del pensamiento?» 

Usted tiene que descubrirlo por sí mismo. 

El sexo juega un papel extraordinariamente importante en nuestras vidas porque es, probablemente, la única experiencia profunda, de primera mano que tenemos. 

Intelectualmente y emocionalmente podemos imitar, seguir, obedecer. 

Hay pena y conflicto en todas nuestras relaciones, excepto en el acto del sexo. 

Por ser tan diferente y bello este acto, nos volvemos adictos a él, y él a su vez se convierte en una esclavitud. 

La esclavitud es la exigencia de su continuación, otra vez la acción del centro que es divisiva. 

Uno queda así encerrado, intelectualmente, en la familia, en la comunidad, a través de la moralidad social, de las sanciones religiosas. 

Tan encerrado que sólo queda esta única relación en la que hay libertad e intensidad. 

Por lo tanto, asignamos a ello una importancia tremenda. 

Pero si hubiera libertad en todo, entonces no habría tanta ansia y tanto problema con respecto al sexo.

 Lo convertimos en un problema porque no podemos obtener bastante de él o porque nos sentimos culpables al tenerlo o porque, teniéndolo, rompemos las reglas que ha establecido la sociedad. 

Es la vieja sociedad la que llama permisivo a la sociedad nueva, porque para esta sociedad nueva el sexo forma parte de la vida. 

Al liberarse la mente de la esclavitud que implican la imitación, la autoridad, la conformidad y las prescripciones religiosas, el sexo tiene su propio lugar, siempre que no lo absorba todo. 

De ahí uno puede inferir que la libertad es esencial para el amor; no la libertad de la rebelión, no la libertad de hacer lo que a uno le plazca ni la de complacerse abierta o secretamente en las propias ansias, sino más bien la libertad que llega con la comprensión de toda esta estructura y naturaleza del centro. 

Entonces la libertad es amor (1) . 

K decidió no viajar a la India en el invierno de 1971, no a causa de la amenaza de guerra entre la India y Pakistán sino, como se lo confió a Mary Zimbalist, porque su cuerpo se hallaba «cansado hasta los huesos» y él necesitaba una oportunidad de ponerse al día con su mente que «estaba estallando de energía». 

(1) The Urgency of Change (Urge un Cambio Psicológico). 

Por lo tanto, a partir del 20 de noviembre y por las siguientes semanas, se relajó completamente en la casa de Mary en Malibú, yendo a cines, paseando por la playa, mirando televisión y leyendo novelas policiales. 

Pero, como siempre que descansaba tranquilamente, la cabeza comenzó a dolerle. 

A menudo permanecía despierto por horas en medio de la noche con la intensidad de su meditación y, algunas veces, después de dormir solía despertarse con una sensación de «júbilo especial», sintiendo que la habitación estaba llena de «eminentes seres sagrados». 

Evidentemente, el proceso continuaba en una forma más suave sin que él «se saliera» de su cuerpo. Sentía que algo estaba sucediendo a fin de expandir su cerebro, porque había «una luz extraordinaria ardiendo en su mente». Sin embargo, declaró que desde la guerra no se había sentido tan descansado. Su cuerpo se había vuelto, no obstante, tan sensible que una tarde, mientras estaba encendida la televisión y él se hallaba «muy lejos», tuvo una conmoción tan intensa cuando Mary le habló, que comenzó a sacudirse y sintió los efectos del choque durante toda la noche(1) . 

Estas meditaciones, tan intensas que lo mantenían despierto por horas, continuaron hasta que K fue a Nueva York, en mayo de 1972, para ofrecer una serie de pláticas. 

Este año vio la publicación del primer libro de Krishnamurti procedente de la India: Tradition and Revolution (Tradición y Revolución), preparado por Pupul Jayakar y Sunanda Patwardhan y publicado por Orient Longman. 

Constaba de treinta diálogos sostenidos durante 1970-71 en Nueva Delhi, Madrás, el Valle de Rishi y Bombay con un pequeño grupo de personas -artistas, políticos, sannyasis y pundits- con quienes K había estado reuniéndose desde su regreso a la India en 1947. 

Aunque nada nuevo se dijo en estas discusiones, el enfoque es nuevo y diferente, por la inclusión de un glosario con palabras indias, lo cual le da un carácter original. 

Hay un párrafo particularmente memorable: «Existe solamente una manera de enfrentarse al dolor. Los escapes con los que estamos familiarizados, son en realidad maneras de eludir la grandeza del dolor. El único modo de habérselas con el dolor, es hacerlo sin resistencia, sin un solo movimiento, externo o interno, para escapar del dolor; hay que permanecer totalmente con el dolor sin desear alejarse de él».

 Ha habido siempre, entre los seguidores indios de K, una tendencia a considerarlo como un instructor indio porque había nacido en un cuerpo indio, mientras que él mismo afirmaba que no pertenecía a ninguna raza o nacionalidad, tal como no pertenecía a ninguna religión. 

Su pasaporte indio le tornaba difícil conseguir visas para Europa y EE.UU., de modo que se sintió agradecido cuando, en 1977, obtuvo la llamada Tarjeta Verde que lo habilitaba para entrar sin visa a los EE.UU. 

En febrero de 1973, K se detuvo en Brockwood por unos cuantos días durante su viaje de Bombay a Los Ángeles. 

Yo estaba ahora profundamente absorbida escribiendo el relato de los primeros años de su vida, el cual habría de convertirse en el primer volumen de una biografía de tres volúmenes, y tenía dudas sobre la conveniencia de publicarlo, tan fantástica era la historia y, sin embargo, tan sagrada al mismo tiempo. Por lo tanto, fui a Brockwood por un día a fin de hablar con K al respecto. 

Solos después del almuerzo, en el gran salón del Ala Occidental, esa parte de la casa que se había convertido en su hogar cuando se encontraba en Inglaterra (sentado K, como siempre prefería hacerlo, en una silla dura que había arrimado al sofá donde yo estaba), le expuse mis dudas. 

Replicó instantáneamente: «¿No puede usted sentirlo en la habitación? Bien, ésa es su respuesta». Yo no soy psíquica en lo más mínimo, pero en ese momento percibí realmente una ligera vibración en la sala, que fácilmente podría haber sido producto de la imaginación. 

K, evidentemente, sentía que ello venía desde fuera de él mismo y que mostraba su aprobación. «¿Qué es esta cosa?», pregunté, «este poder? ¿Qué es lo que hay detrás de usted? Sé que usted siempre se sintió protegido, pero ¿qué o quién le protege?» «Está ahí, como si estuviera detrás de una cortina», contestó extendiendo una mano hacia atrás como para palpar una cortina invisible. «Yo podría levantarla, pero no siento que me corresponda hacerlo». 

Cuando partí esa tarde, K había subido a su habitación para descansar, y mi hija, que me había traído desde Londres, aguardaba impacientemente afuera en el automóvil. 

Habiéndome despedido ya del personal de la escuela, tenía que regresar al Ala Occidental para recoger mi abrigo que había dejado en el guardarropa. 

Cuando pasé por la puerta abierta del salón sin otro pensamiento en mi cabeza que el de apresurarme, un gran poder, aterrador en su fuerza, salió del salón precipitándose sobre mí. ¿Era hostil hacia mi persona? Una cosa que sí sé es que no se trataba de algo imaginario o causado por autosugestión. Llegué a la conclusión de que no era personalmente hostil. 

Era como imagino que sería hallarse de pronto atrapada en el remolino de la hélice de un avión. ¿Era ésta la fuente, la energía que pasaba a través de K con tanta frecuencia? Yo no lo sabía cuando un año antes en Ojai, K fue interrogado sobre el mismo asunto del poder que existía tras él, por un grupo de síndicos de la American Foundation, de los cuales Erna Lilliefelt y su hermano Theodor, que vivían en Ojai, eran los más destacados (en efecto, la Fundación difícilmente hubiera podido iniciarse sin Erna). K había dicho en esa ocasión, hablando de sí mismo en tercera persona: 

(1) Citado del diario de Mary Zimbalist. 

En primer lugar, estamos investigando algo que K mismo nunca ha investigado.

Él nunca ha dicho: «¿Quién soy yo?» Siento que estamos ahondando en algo que la mente consciente jamás podrá comprender, lo cual no implica que yo esté haciendo de ello un misterio. Algo existe. Demasiado intenso para expresarlo en palabras. 

Hay un tremendo depósito, por decirlo así, que si la mente humana pudiera alcanzarlo, revelaría algo que ninguna mitología intelectual, ninguna invención o dogma podrán jamás revelar. No estoy haciendo un misterio de ello, eso sería un tonto truco infantil, una cosa de lo más desvergonzada porque implicaría estar explotando a la gente. O uno crea un misterio cuando no lo hay o existe un misterio que ustedes deben abordar con extraordinaria delicadeza y vacilación. Y la mente consciente no puede hacerlo. Ello está ahí. Está ahí pero uno no puede alcanzarlo, no puede invitarlo. No es un logro progresivo. Existe algo, pero el cerebro no puede comprenderlo. 

K se indignó mucho cuando en la misma reunión se sugirió que él podía ser un médium. «¡Por supuesto que no soy un médium, eso es obvio! Esa explicación sería demasiado infantil, demasiado inmadura». Se le preguntó si se daba cuenta de que era utilizado. «No. Eso sería como una estación de gasolina que otros utilizan». Luego él preguntó a su vez: «¿Ocurre en el cerebro algo no invitado por mí: las diversas experiencias como la de Ojai y de otras veces? Por ejemplo, me desperté a las 3,30 y había un sentido tremendo de energía, una energía explosiva, una gran belleza, toda clase de cosas ocurrían. Este género de experiencia prosigue todo el tiempo cuando el cuerpo no está demasiado cansado» (1) . 

Por esta época, K describió de una manera más completa a Mary Zimbalist, este despertar en medio de la noche. 

Ella anotó lo que K decía y me lo pasó en una carta: «Desperté a las tres con un sentido de extraordinario poder, con una luz que ardía en la mente. No había un Observador. 

La comprobación venía de afuera, pero el observador no existía. 

Sólo eso existía y nada más. 

El poder lo penetraba todo. 

Me incorporé y ello prosiguió por tres horas». 

K le dijo a Mary que se despertaba a menudo con cierto sentimiento de una nueva e inmensa energía.

 Unos años después, K le pidió a Mary que anotara otra experiencia que él había tenido, la que también me fue comunicada en una carta: Antes de comenzar los asanas (2) , él [K] por lo general se sienta muy quietamente, sin pensar en nada. 

Pero esta mañana ocurrió algo extraño, de lo más inesperado y, en modo alguno, invitado; además, uno no puede invitar estas cosas. Súbitamente, pareció como si en el centro mismo de su cerebro, de su cabeza, bien adentro, hubiera un vasto espacio lleno de una energía inimaginable. 

Estaba ahí pero, cualquier cosa que fuere, no se registra, porque lo que se registra es un derroche de energía. 

Era, si uno puede llamarlo así, energía pura en un estado sin límites, un espacio en que no había sino este sentido de inmensidad. 

Uno no sabe cuánto tiempo continuó ello, pero durante toda la mañana estuvo ahí, y mientras esto se escribe, es como si aquello estuviera echando raíces y afirmándose. 

Estas palabras no son realmente la cosa misma. 

Las descripciones que K hace de la energía que penetraba en él, deben ser mencionadas cuidadosamente en vista de la grabación magnetofónica que él hizo poco antes de su muerte, la última que hizo jamás.

 (1) AKFA, enero y marzo 1972. (2) Posiciones del yoga. K había estudiado primeramente ejercicios yoga con B.K.S. Iyengar, pero desde 1965 y por muchos años, tomó lecciones con el sobrino de Iyengar, T.K.B. Desikachar, en Vasanta Vihar y en el Chalet Tanneg. Practicaba yoga solamente como una forma de ejercitación física. 

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