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«Un éxtasis profundo»
K y Rajagopal se encontraban en Roma en la primavera de 1937. Mussolini había prohibido todas las conferencias públicas en Italia, por lo que se había arreglado para K una reunión en la casa de la Condesa Raffoni. Aquí conoció a Vanda Passigli, quien más tarde habría de jugar un papel destacado en su vida. Era hija de Alberto Passigli, un aristocrático hacendado, prominente en la sociedad florentina, fundador de dos importantes asociaciones musicales en Florencia y amigo de todos los grandes músicos de la época. Vanda misma era una pianista de nivel profesional. En 1940, habría de casarse con el Marqués Luigi Scaravelli, también un músico excelente, quien llegó a ser profesor de filosofía en la Universidad de Roma. Después de la reunión, los Passigli invitaron a K a visitarlos en su residencia situada en lo alto de Fiesole, Il Leccio. K habría de alojarse allí con mucha frecuencia en el futuro, después de que Vanda y su hermano heredaran la propiedad de sus padres. Ese verano en Ommen, K sufrió por primera vez de fiebre de heno, la cual habría de atormentarle a intervalos por el resto de su vida. Y, como de costumbre, tuvo un ataque de bronquitis. Se sintió agradecido de poder regresar a Ojai donde, en el invierno de 1937-38 se dedicó a descansar y no vio más que a los Rajagopal. «Me siento profundamente conmovido con los descubrimientos internos», le escribió a Lady Emily, «hay muchas ideas y, poco a poco, estoy tratando de encontrar palabras y expresiones para ellas. Hay un éxtasis profundo, una madurez que no puede forzarse ni estimularse artificialmente. Sólo esta madurez puede dar origen a una vida de abundante plenitud y realidad. Estoy verdaderamente feliz por esta quietud y esta meditación que, aparentemente, no tiene un propósito determinado.» Esta es, probablemente, la primera mención de K acerca de lo que para él era la «verdadera» meditación: «hacer asombrosos e inesperados descubrimientos dentro de uno mismo» sin ninguna dirección ni propósito. En tales ocasiones, la mente se encontraba en su máximo nivel de agudeza, vitalidad y energía inquisitiva. Para él, la idea popularmente difundida de la meditación como sistema de tranquilizar la mente fijándola en una palabra o un objeto o practicando alguna otra forma de técnica, era inútil y contribuía a la insensibilidad. En la primavera de 1938, cuando K conoció a Aldous Huxley, comenzó para él una nueva y muy vivificante amistad. En febrero de ese año, un amigo de Huxley, Gerald Heard, que vivía en California, había solicitado una entrevista a K. Huxley estaba entonces internado en un hospital, de modo que no fue sino hasta abril que Heard vino a Ojai con Huxley y la esposa belga de éste, María. (Los Huxley y su hijo habían llegado a California en 1937). Hubo una afinidad inmediata entre K y Huxley. En noviembre, Huxley empezó un tratamiento para la vista mediante ejercicios de los ojos que introdujo un médico norteamericano, el Dr. W.H. Bates. Más adelante, K habría de practicar diariamente este método para sí mismo, no porque hubiera nada malo en sus ojos sino como medida preventiva. Fuera o no resultado de estos ejercicios, el hecho es que K jamás tuvo que usar anteojos durante toda su larga vida. Al principio, K se sintió un poco intimidado por el brillo intelectual de Huxley pero, una vez que descubrió que Huxley hubiera dado todo su conocimiento por una experiencia mística no inducida por las drogas, encontró que podía hablarle acerca de lo que él llamaba «las comprobaciones» que estaba haciendo. K refiriéndose a sí mismo en tercera persona, describe así un paseo con Huxley: Él [Huxley] era un hombre extraordinario. Podía hablar de música, moderna y clásica, podía explicar con mucho detalle la ciencia y sus efectos en la civilización moderna y, desde luego, estaba muy familiarizado con la filosofía zen, el vedanta y, naturalmente, el budismo. Pasear con él era un deleite. Acostumbraba discurrir sobre las flores que había al borde del camino y, aunque no podía ver bien, cada vez que en los cerros de California pasábamos junto a un animal, solía nombrarlo, y entonces se explayaba sobre la naturaleza destructiva de la civilización moderna con su violencia. Krishnamurti le ayudaba en ocasiones a cruzar un arroyo o un bache en el camino. Estos dos seres tenían una extraña relación el uno con el otro: afectuosa, considerada, y entre ellos parecía haber una comunicación no-verbal. A menudo solían sentarse juntos sin pronunciar una palabra (1) . El último campamento a celebrarse para siempre en Ommen, el decimoquinto, tuvo lugar en agosto de ese año. (Después de la invasión germana a Holanda, el lugar fue convertido en un campo de concentración). 1938 fue el año de la crisis de Munich. K era, por supuesto, pacifista. Rajagopal no fue con él a la India ese año. En su lugar, K viajó con un antiguo amigo que había estado en Pergine, V. Patwardhan (conocido como Pat). En Bombay, donde arribaron el 6 de octubre, K encontró a sus viejos amigos de la India inmersos en los «mezquinos celos» de la política. Algunos de ellos, seguidores de Gandhi, habían estado en prisión. K se encontró con Gandhi varias veces pero no lo admiraba; K jamás fue atrapado por la política. El no veía diferencia alguna entre la
(1) MS por Krishnamurti, 1976 (AB).
agresión germana y el imperialismo británico. «Habiéndose apoderado de la mitad de la tierra», le escribió a Lady Emily, «los ingleses pueden darse el lujo de ser menos agresivos», aunque en el fondo fueran tan «brutales y agresivos» como cualquier otra nación. Y en noviembre, estando todavía en la India, volvía a escribir: Estoy de acuerdo con usted en que los pobres judíos están pasando una época horrible y degradante. Toda la cosa es una absoluta demencia. Es repugnante que los seres humanos se comporten de esa manera tan bestial; a los kaffires los tratan del modo más brutal e inhumano; los brahmines en ciertas partes del sur han perdido todo sentimiento de humanidad en relación con los intocables; los burocráticos dirigentes blancos y mestizos del país son en su mayoría máquinas que responden a un sistema brutal y estúpido; los negros en el sur de EE.UU. la están pasando mal; una raza dominadora explota a otra, como puede verse en todo el mundo. No hay razón, no hay cordura detrás de toda esta codicia de poder, de posición y riqueza. Es difícil para el individuo no ser succionado por este vendaval de odio y confusión. Uno debe ser un individuo cuerdo y equilibrado que no pertenezca a ninguna raza, país o ideología particular. Entonces tal vez puedan volver al mundo la cordura y la paz. Y más tarde escribía: «Es tan fácil maldecir a Hitler, Mussolini y, Cía., pero esta actitud de dominación y ansia de poder está en el corazón de casi todo el mundo; por eso tenemos guerras y antagonismos de clase. Hasta que la fuente de todo esto se clarifique, siempre habrá confusión y odio». Además de viajar por muchas partes de la India ofreciendo pláticas, a fines de ese año K visitó la segunda escuela que había fundado, Rajghat, cerca de Benarés, que había sido oficialmente inaugurada en 1934; de ahí se dirigió, a comienzos de 1939, al Valle de Rishi, donde había una escuela junto al río y otra en los cerros, ambas sumamente hermosas a su propio modo y que fueron los dos lugares de la India que más llegó a amar K. El 1º de abril se embarcó con Pat desde Colombo para Australia y Nueva Zelanda. Cuando K regresó finalmente a Ojai, Pat volvió a la India donde murió súbitamente de un derrame cerebral. Otro amigo que se iba. Nitya, Jadu, Pat; el viejo grupo se estaba diluyendo. Debido a la amenaza de la guerra, K no abandonó los EE.UU. en 1939, y los próximos nueve años iba a pasarlos con los Rajagopal en California, cerca de Ojai. Después de que Hitler invadió Holanda y Bélgica en mayo de 1940, K no tuvo noticias de sus numerosos amigos holandeses y apenas si recibía alguna noticia de la India. Francia capituló el 22 de junio. Los de Manziarly se las arreglaron para escapar a los EE.UU. y los Suáres a Egipto. K había iniciado discusiones de grupo dos veces por semana, tanto en Ojai como en Hollywood. También se vio muchísimo con los Huxley. (El pacifismo de K aplacaba el sentimiento de culpa de Huxley por permanecer en California durante la guerra). En la primavera de 1940 K ofreció ocho pláticas en El Robledal, pero cuando predicó el pacifismo diciendo: «Es en la guerra dentro de ustedes en la que tienen que interesarse, no en la guerra de afuera», muchas personas del auditorio se fueron disgustadas. A fines de agosto fue a Sarobia con los Logan, que habían organizado una reunión para él; ésta fue la última vez que habló en público hasta 1944. K hizo dos viajes con los Rajagopal en 1941-42 al Parque Nacional de Secoyas, a 250 millas al norte de Ojai y a una altura de 6000 pies, donde se decía que algunas de las Secoyas tenían una antigüedad de 3000 años. En la mitad del segundo de estos viajes, en septiembre de 1942, los Rajagopal tuvieron que volverse a Ojai debido al comienzo de las clases de Radha, dejando a K solo en una cabaña rústica por otras tres semanas; allí tenía que cocinarse sus propias comidas y salía a caminar diariamente unas tres millas, meditando de una a tres horas por día y viendo muchos animales. Este período a solas que disfrutó enormemente, como siempre disfrutó de la completa soledad, le causó tal impresión que lo describió en varios de sus libros, extendiéndose especialmente al referir su amistad con una ardilla y un peligroso encuentro con una osa y sus cachorros. Este fue uno de sus muy pocos recuerdos indelebles. Cuando EE.UU. entró en la guerra (los japoneses habían bombardeado Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941), K tuvo dificultades para renovar su visa norteamericana. Considerando su propaganda en contra de la guerra, es algo milagroso que se la renovaran. Había escasez de alimentos en los EE.UU., el costo de la vida había subido y el petróleo pronto iba a ser racionado. K y Rajagopal cultivaban sus propios vegetales y mantenían abejas, gallinas y una vaca. K salía diariamente a dar largos paseos a solas por Ojai. Le contó a Lady Emily que internamente estaba llevando «una vida extraordinaria, muy creativa y gozosa». Pero Lady Emily, que había sufrido la guerra relámpago y ya había perdido dos nietos en la guerra, le escribió con amargura acusándole de escapar del horror. El le contestó el 14 de abril de 1942: Yo no creo que ningún mal pueda ser vencido por la brutalidad, la tortura o la esclavitud; sólo se puede vencer al mal con algo que no sea resultado del mal. La guerra es el resultado de nuestra así llamada paz, que es una serie de brutalidades cotidianas, explotaciones, mezquindades, etc. Sin cambiar nuestra vida cotidiana no podemos tener paz, y la guerra es una expresión espectacular de nuestra conducta diaria. No creo que yo haya escapado de todo este horror, sino solamente que no hay respuesta, ninguna respuesta final en la violencia, quienquiera que sea el que la esgrime. Yo he encontrado la respuesta final a todo esto, no en el mundo sino fuera de él. Está en el desapego, el verdadero desapego que nace del ser o tratar de ser más... [palabra omitida] para amar y comprender. Esto es muy arduo y nada fácil de cultivarse. Aldous Huxley y su esposa están aquí por el fin de semana. Tenemos largas conversaciones acerca de todo esto y de la meditación; últimamente he estado meditando mucho. Esos años tranquilos en que estuvo en barbecho durante la guerra, fueron invalorables para K como instructor. Huxley, además, le ayudó alentándolo para que escribiera. K era mucho mejor escritor que orador. A pesar de sus años de práctica, jamás se convirtió en un buen orador, si bien su magnetismo personal llegaba a través de sus pláticas subyugando a los auditorios. K anotó que Huxley le dijo un día: «’¿Por qué no escribes algo?’ Así lo hice y se lo mostré. El dijo: ‘Es maravilloso. Continúa’. Así que continué haciéndolo». Después de eso, K prosiguió escribiendo todos los días en un cuaderno. Al parecer, aquello que le mostró a Huxley debe haber sido el comienzo de los Comentarios sobre el Vivir, aunque este libro no se publicó hasta 1956, después de otros dos libros que habían sido publicados por conocidos editores de Inglaterra y EE.UU. Los Comentarios sobre el Vivir son una colección de trozos breves provenientes de las entrevistas privadas que K concedió en diferentes partes del mundo. Cada parte comienza con la descripción de la persona o del grupo de personas que venían a verle, o con la descripción de un lugar. A fin de hacer que las entrevistas fueran anónimas, él «mezclaba» individuos y lugares. Por eso tenemos sannyasis en Suiza y obvios occidentales sentados con las piernas cruzadas en la India. El libro comienza espléndidamente con la línea: «El otro día vinieron a verme tres devotos egoístas». En una parte escribe sobre el tema del amor: «El pensamiento, inevitablemente, niega el amor... El pensamiento se basa en la memoria, y la memoria no es amor... El pensamiento engendra inevitablemente el sentimiento de posesión, el cual, consciente o inconscientemente, cultiva los celos. Donde hay celos, obviamente no hay amor: sin embargo, la mayoría de las personas toma los celos como una indicación del amor... El pensamiento es el mayor obstáculo para el amor». En otra parte tenía más que decir sobre el amor y el pensamiento en una relación: Llenamos nuestros corazones con las cosas de la mente, y así nuestros corazones permanecen siempre vacíos y expectantes. Es la mente la que se apega, la que envidia, la que posee y destruye... Nosotros no amamos y dejamos en paz ese amor, sino que ansiamos ser amados; damos a fin de recibir, lo cual es generosidad de la mente y no del corazón. La mente está siempre buscando certidumbre, seguridad; y, ¿puede la mente asegurar el amor? ¿Puede la mente, cuya esencia misma es del tiempo, captar el amor, el amor que es su propia eternidad? (1) . No hay certeza de cuándo escribió K su primer libro, La Educación y el Significado de la Vida, publicado en 1953. En la página 17 del mismo dice: «El hombre ignorante no es el iletrado sino el que no se conoce a sí mismo, y el hombre instruido es un necio cuando pone su confianza en los libros, en el conocimiento y en la autoridad esperando de ellos la comprensión. La comprensión llega solamente a través del conocimiento propio, que es el darnos cuenta de todo nuestro proceso psicológico. Por eso la educación, en su verdadero sentido, es la comprensión de uno mismo, porque es en cada uno de nosotros que se concentra la totalidad de la existencia». El segundo libro, La Libertad Primera y Última, publicado en 1954 y que cuenta con un largo prólogo de Aldous Huxley, ha atraído probablemente más gente hacia la enseñanza de K que cualquiera de sus otras publicaciones. Cubre todo el espectro de su enseñanza hasta la fecha incierta en que fue escrito. Una de las cosas que distinguen a K tan singularmente de otros maestros religiosos, es su inflexible rechazo a ofrecer consuelo. K se niega a ser nuestro gurú; no nos dirá qué es lo que debemos hacer; él sostiene meramente un espejo ante nosotros y señala las causas de la violencia, del sentimiento de soledad, de los celos y de todas las otras desdichas que afligen a la humanidad, y dice: «Tómenlo o déjenlo. Y la mayoría de ustedes lo dejará, por la obvia razón de que no encuentran gratificación en ello». Nuestros problemas no pueden ser resueltos por nadie más que por nosotros mismos. K comenzó nuevamente a ofrecer pláticas en El Robledal de Ojai en los diez domingos sucesivos del verano de 1944. Pese al racionamiento de petróleo, la gente acudía de todo EE.UU. para asistir a ellas y solicitar entrevistas privadas con K. A un interlocutor que preguntó: «¿Qué debe hacerse con aquellos que han perpetrado los horrores en los campos de concentración?», K le contestó: «¿Quién va a castigarlos? ¿No es el juez a menudo tan culpable como el acusado? Cada uno de nosotros ha edificado esta civilización, cada uno de nosotros ha contribuido a su desdicha... Ustedes piensan que vociferando las crueldades de otro país pueden pasar por alto las propias». Uno puede simpatizar con otro miembro del auditorio que dijo: «Usted deprime mucho. Yo busco una inspiración para seguir adelante. Usted no nos anima dándonos valor y esperanza. ¿Acaso es malo buscar inspiración?». La severa respuesta de K no pudo haberlo animado: «¿Por qué desea usted que le inspiren? ¿Acaso no es porque en sí mismo se siente vacío, inseguro, solitario? Quiere llenar esta soledad, este vacío doloroso; debe
(1) Comentarios sobre el Vivir Kier, Bs. Aires.
haber intentado diferentes modos de llenarlo y espera escapar de ello viniendo aquí. A este proceso de cubrir la árida soledad interna se le llama inspiración. La inspiración se convierte entonces en un mero estímulo y, como todos los estímulos, éste pronto trae consigo su propio aburrimiento e insensibilidad». Una versión fidedigna de estas pláticas de 1944, impresa en la India, fue publicada al año siguiente por la Krishnamurti Writings Inc. (KWINC), que había reemplazado al Star Publishing Trust. Después de esto, K dejó de revisar sus propias pláticas. La KWINC era un fideicomiso benéfico, como lo había sido el SPT, fundado con el solo propósito de difundir la enseñanza de Krishnamurti por el mundo. K y Rajagopal, con otras tres personas, eran los Síndicos. Más adelante K renunció, desafortunadamente, a su condición de síndico, puesto que no podía ocuparse de asistir a reuniones financieras, y Rajagopal se convirtió en el Presidente de la KWINC. Todas las donaciones para apoyar la labor de Krishnamurti se enviaban a esta organización internacional. Finalmente, después de veinte años, en septiembre de 1946, se inauguró una escuela en los terrenos situados en el extremo superior del Valle de Ojai, adquiridos para ese fin por Mrs. Besant en 1926-27. Era una pequeña escuela secundaria co-educacional llamada la Happy Valley School (Escuela del Valle Feliz), financiada por la Happy Valley Association de la cual K, Aldous Huxley y Rosalind Rajagopal fueron tres de los síndicos originales, siendo dicha asociación dirigida por Rosalind. K había planeado marcharse de Ojai inmediatamente después de la inauguración, para una gira que abarcaría Nueva Zelanda, Australia y la India, pero dos días antes de partir cayó seriamente enfermo de una infección en los riñones. Estuvo en cama por dos meses. Durante el primer mes sufrió grandes dolores, y después de eso tardó más de seis meses en recuperarse. K retuvo solamente un débil e inexacto recuerdo de esta enfermedad. «Estuve enfermo durante un año y medio», dijo en 1979, «tremendamente enfermo. Había un médico, pero no me dieron nada». Como no quiso ir al hospital, lo cuidó Rosalind; es probable que rehusara tomar medicamento alguno por temor al efecto que ello tendría sobre su sensible organismo, aun cuando no sintiera que soportar este dolor era necesario como lo había sido con el dolor del «proceso». Los planes de K dependían ahora de que pudiera conseguir una nueva extensión de su visa. Después que se concediera a la India su independencia, el 15 de agosto de 1947, le fue dada la opción, como a todos los hindúes y musulmanes, de conservar su pasaporte británico o de sacar uno nacional. Aun cuando K consideraba la nacionalidad como uno de los mayores males, tenía, por supuesto, que disponer de un pasaporte a fin de viajar, y optó por el pasaporte indio. Difícilmente podría haber optado de otro modo cuando tantos de sus amigos indios habían sufrido en la lucha por la libertad. Se le concedió una ulterior extensión de la visa, lo cual le permitió permanecer en Ojai recuperándose hasta septiembre de 1947. Después partió para la India vía Inglaterra, habiendo abandonado el plan de viajar a Nueva Zelanda y Australia. En Londres K permaneció por tres semanas con Lady Emily (su esposo había muerto de cáncer de pulmón en 1947). No se habían visto el uno al otro por nueve años, y toda la indignación de ella se evaporó ante la presencia de K. Ahora tenía él 52 años y ella 73, y aunque habrían de escribirse cada vez con menos frecuencia, ella continuó amándolo de todo corazón hasta su muerte en 1964. K vino con ella a pasar un fin de semana conmigo y mi segundo esposo en nuestra casa de Sussex. También invité a Mar de Manziarly, que había venido a Inglaterra para verle puesto que él no iba a París. A K se le veía más maduro, por supuesto, había algo de gris en su cabello, pero era igualmente hermoso y su personalidad no había cambiado en absoluto. Estuvo tan afectuoso como siempre y tan lleno de entusiasmo apasionado por la vida, con los mismos modales exquisitos y su natural cortesía. Después del desayuno nos sentábamos vestidos con nuestras batas, charlando y riendo, y él dijo que era como en los viejos tiempos, cuando en las vacaciones habíamos estado juntos con Nitya. K no podía recordar Ehrwald o Pergine o su «proceso» vivido en esos lugares, pero conservaba algunos recuerdos de la dicha y la diversión que habíamos tenido. Me preguntó qué apariencia tenía Nitya y se sorprendió cuando le dije que había sido ligeramente bizco. K había estado tanto tiempo enjaulado con los Rajagopal, muy propensos a intimidarlo, que pareció lleno de alivio al verse libre otra vez y poder viajar. En octubre emprendió completamente solo un viaje a Bombay, su primer vuelo a la India, donde habría de permanecer durante dieciocho meses. Esta visita fue decisiva puesto que encontró allí un nuevo grupo de adherentes quienes, por el resto de su vida, habrían de ser no sólo sus compañeros escogidos sino que fueron invalorables para su labor en la India. Se destacaban en este grupo dos hermanas que le conocían por primera vez, ambas casadas: Pupul Jayakar y Nandini Mehta, hijas de V.N. Mehta (ninguna relación de parentesco con el marido de Nandini), un brahmín de Gujarat que había sido miembro distinguido del Servicio Civil Indio y erudito en idiomas sánscrito y persa, muerto en 1940. Su viuda, con largos antecedentes en el servicio social, vivía en Bombay al igual que sus hijas. La más joven de estas, Nandini, tuvo un matrimonio desdichado con Bhagwan Metha, hijo de Sir Chunilal Metha, un devoto de K desde antes de la guerra. De ese matrimonio habían nacido tres hijos. Sir Chunilal fue con Nandini a recibir a K cuando llegó a Bombay; ella se sintió fascinada por él, y fue luego con su suegro a escuchar las pláticas. Pocos meses después le dijo a su marido que quería llevar una vida célibe. Más tarde, cuando abandonó la India, Nandini presentó un recurso contra su marido en el Tribunal Superior de Bombay pidiendo la separación y la custodia de sus hijos, cuyas edades eran de nueve, siete y tres años. La petición se basaba en motivos de crueldad. Su marido se defendió en el juicio alegando que ella había sido indebidamente influida por la enseñanza de Krishnamurti. Su abogado leyó en el Tribunal largos extractos de las pláticas de K en las que éste había hablado de la posición inferior que ocupaban las mujeres en la India y de la esclavitud a que las sometían sus maridos. Pero nada indecoroso se sugirió durante la audiencia. Nandini perdió el caso y le fueron quitados los hijos. Ella ya había dejado a su marido y buscó refugio en la casa de su madre. Le enviaron un telegrama a K anunciándole el resultado, al cual contestó: «Cualquier cosa que sea, está bien» (1) . En Inglaterra se hizo circular el falso rumor de que K había sido citado como cómplice en un caso de divorcio por adulterio. Durante todo el resto de su vida, K sintió una ternura muy especial por Nandini. En 1954 se abrió una pequeña escuela para externos, dedicada a los niños desposeídos. Se llamó Bal Anand, fue fundada en Bombay y Nandini llegó a ser su directora. K no conoció a la hermana mayor, Pupul Jayakar, hasta comienzos de 1948. Ella había sido una trabajadora social desde principios de los 40 y fue responsable en gran medida por el desarrollo y la exportación de tejidos hechos a mano y artesanías de la India: más tarde se convirtió en la Presidenta del Comité para el Festival de la India. Vieja amiga de Indira Gandhi, adquirió mucha influencia en la India después de que Mrs. Gandhi se convirtió en Primera Ministra, en 1966. Poseía un carácter más enérgico que Nandini, aunque Nandini debe haber tenido una gran fuerza interior para dejar a su marido. Entre los otros que pertenecían al grupo que K reunió a su alrededor en esa época, estaban Sunanda Patwardhan con su marido Pama, socio de la firma editora de Orient Longman (ninguna relación con Pat), y su hermano mayor, Achyut, un antiguo amigo de K que había sido un gran luchador por la libertad y que en los dos años siguientes iba a estar involucrado en la política. Sunanda tenía un título de Ph.D. (Doctora en Filosofía) de la Universidad de Madrás y ahora estaba estudiando leyes. En el futuro habría de actuar como secretaria de K cuando él estaba en la India, acompañándole en sus viajes por el país y tomando notas taquigráficas de las discusiones de grupo que sostenía. Más tarde, ella y su marido fueron a vivir a Vasanta Vihar. Los otros miembros del grupo eran: el Dr. V. Balasundaram, un joven maestro en el Instituto de Ciencias de Bangalore, quien habría dé convertirse en el Director de la escuela del Valle de Rishi, y R. Madhavachari, secretario de la KWINC en la India, quien vivía en Vasanta Vihar. Madhavachari era el agente legal de Rajagopal y hacía todos los arreglos para las pláticas de K y sus viajes por la India, editaba esas pláticas y se encargaba de que se publicaran en la prensa. K había llegado a Bombay sólo dos meses después de la Partición, cuando hindúes y musulmanes se asesinaban sanguinariamente unos a otros en el norte del país. Sin embargo, subió hasta Karachi y Delhi, pero había partido de Delhi antes del asesinato de Gandhi en el 30 de enero de 1948. (Se había escrito que, «cuando la luz se apagó con el asesinato de Gandhi, fue a Krishnamurti a quien Jawaharlal Nehru trajo en secreto su solitaria angustia» (2) . K confirmó que esto era más o menos cierto; él había sentido un gran afecto por Nehru). K habló varias veces en el norte, luego ofreció doce pláticas en Bombay entre el 1º de enero y el 28 de marzo de 1948, que contaron con una asistencia de más de 3000 personas. Estas pláticas fueron seguidas por discusiones privadas en Vasanta Vihar, Madrás, a lo largo de casi todo abril. (K le escribió a Lady Emily que nunca había trabajado tan duro en su vida). En cada plática él trataba de abordar los distintos problemas de la existencia desde un punto de vista diferente pero, como hablaba a auditorios nuevos, había inevitablemente mucha reiteración. Sus pláticas en la India no eran, en lo fundamental, diferentes de las de cualquier otra parte. Algo nuevo, surgido de aquellos tranquilos años pasados en Ojai durante la guerra, había florecido en sus escritos, particularmente en La Libertad Primera y Última y en Comentarios sobre el Vivir. Sus auditorios de la India eran, sin embargo, mucho más reverenciales; lo trataban como a un gurú sublime. En mayo, K subió a Ootacamund, la estación en la colina de Madrás, para tomar un descanso completo, y permaneció con algunos amigos en una casa llamada Sedgemoor. A su pedido, Pupul Jayakar y Nandini Mehta se reunieron con él alojándose en un hotel cercano. Mrs. Jayakar ha registrado algunos sucesos en Sedgemoor indicativos de que el «proceso» había comenzado nuevamente casi del mismo modo que en Ojai, Ehrwald y Pergine. Debe haber sido una experiencia alarmante para estas hermanas que hasta entonces no le conocían bien y, presumiblemente, nada sabían de los sucesos anteriores. K había estado afuera paseando con ambas cuando de pronto dijo que se sentía indispuesto y debía volver a casa. Les pidió que se quedaran con él, que no se alarmaran por cualquier cosa que pudiera suceder y que no llamaran a un médico. Les dijo que le dolía la cabeza. Después de un rato les informó que estaba «saliéndose de sí». Su rostro se veía «agotado y lleno de dolor». Les preguntó quiénes eran y si habían conocido a Nitya. Después habló de Nitya, les contó que estaba muerto, que le había amado y había llorado su muerte (3) . Les preguntó si estaban nerviosas, pero no pareció interesarse en absoluto en la respuesta. Se contuvo de llamar a Krishna para que
(1) Krishnamurti, Pupul Jayakar, Kier, Bs. Aires. En este libro se citan pasajes de las bellas cartas de Krishnamurti a Nandini Mehta escritas entre 1948 y 1960. (2) Trial of Mr. Gandhi, Francis Watson, 1969.
regresara: «El me ha dicho que no lo llame». Después habló de la muerte. Dijo que estaba muy cerca -«sólo una hebra delgada» lo separaba- y habló de lo fácil que sería para él morir, pero que no quería hacerlo porque tenía una tarea que realizar. Hacia el final dijo: «Está regresando. ¿No los ven a todos ellos con él, inmaculados, incontaminados, puros? Ahora que ellos están aquí, él vendrá. Yo estoy muy cansado, pero él es como un pájaro, siempre está fresco». Luego, súbitamente, era Krishna otra vez. La anotación de este episodio no tiene fecha. La siguiente está fechada el 30 de mayo de 1948: Krishna se preparaba para dar un paseo, cuando de pronto dijo que se sentía débil y no del todo consciente. Dijo: «Qué dolor tengo», se tomó la parte posterior de la cabeza y se acostó. En pocos minutos, el K que conocíamos no estaba ahí. Durante dos horas le vimos atravesar por un dolor intenso. Sufría como jamás he visto sufrir. Dijo que le dolía la parte posterior del cuello. Le molestaban las muelas, tenía el estómago inflamado y duro, y gemía y se lo apretaba. Por momentos gritaba. Se desmayó varias veces. Cuando volvió en sí la primera vez dijo: «Ciérrenme la boca cuando me desmaye». Prosiguió diciendo: «Amma, oh Dios, dame paz. Sé lo que ellos están proyectando. Llámenlo para que vuelva, yo sé cuándo se ha alcanzado el límite del dolor; entonces ellos regresarán. Ellos saben cuánto puede soportar el cuerpo. Si enloquezco, cuídenme. No es que vaya a volverme loco. Ellos son muy cuidadosos con este cuerpo... me siento tan viejo... sólo un pedacito de mí está funcionando. Soy como un juguete de goma indio con el que juegan los niños. Es el niño el que le da vida». Después de dos horas se desmayó otra vez. Cuando volvió en sí dijo: «El dolor ha desaparecido. En lo profundo de mí sé lo que ha sucedido. Me han provisto de gasolina. El tanque está lleno». Entonces comenzó a hablar y describió algunas de las cosas que había visto en sus viajes; habló del amor: «¿Saben lo que es amar?» Ustedes no pueden retener una nube en una jaula dorada. Ese dolor hace que mi cuerpo sea como el acero, así de flexible, de dúctil, sin un solo pensamiento. Es como un pulimento, un examen». Pupul le preguntó si no podía detener el dolor, a lo cual él respondió: «Usted ha tenido una hija. ¿Puede detener la criatura una vez que comienza a llegar?» Ahora se sentó con las piernas cruzadas, el cuerpo erguido. «El dolor había desaparecido de su rostro», anotó Mrs. Jayakar, «él era intemporal. Sus ojos estaban cerrados, sus labios se movían. Parecía crecer. Sentimos que algo tremendo se derramaba a raudales en él. Había una palpitación en la atmósfera. Llenaba la habitación. Entonces abrió los ojos y dijo: ‘Algo ocurrió, ¿vieron ustedes alguna cosa?’. Le dijimos lo que habíamos sentido. Exclamó: ‘Mi rostro será diferente mañana’. Se acostó y su mano se extendió en un gesto de plenitud. Dijo: ‘Seré como una gota de lluvia: puro’. Después de unos cuantos minutos nos dijo que estaba bien y que podíamos irnos a casa». Los otros dos sucesos de la misma naturaleza tuvieron lugar en junio. El día 17, K había salido para dar un paseo a solas y había pedido a Pupul y a Nandini que le esperaran en su habitación. Cuando regresó era un extraño. «K se había ido. El comenzó diciendo que estaba lastimado por dentro, que había estado ardiendo, que le dolía toda la cabeza. Dijo: ‘¿Saben?, mañana ya no le habrían visto, por poco no vuelve’. Se palpaba el cuerpo para ver si estaba todo ahí. Dijo: ‘Debo volver y averiguar qué sucedió durante el paseo. Algo sucedió y ellos regresaron corriendo, pero no sé si yo he regresado. Pueden haber quedado pedacitos de mí en el camino’». A la tarde siguiente, Pupul y Nandini le aguardaron nuevamente en su habitación mientras él salió a dar un paseo a solas. Cuando regreso cerca de las siete, era una vez más «el extraño». Fue a acostarse. «Dijo que se sentía quemado, completamente quemado. Lloraba. Dijo: ‘¿Saben?, descubrí qué ocurrió en ese paseo. Él volvió plenamente y tomó el mando por completo. Por eso no supe si yo había vuelto. No sabía nada. Ellos me han quemado para que pueda haber un vacío mayor. Quieren ver cuánto de él puede venir’». De nuevo Pupul y Nandini sintieron la misma vibración que llenaba el cuarto como en la noche del 30 de mayo (1) . El hecho de que ambas hermanas nada supieran de lo que había sucedido en el pasado, da a este relato un valor particular, tantas son las similitudes con aquellos otros relatos de los sucesos de Ojai, Ehrwald y Pergine: los frecuentes desmayos con el dolor, la reverencia del cuerpo hacia Krishna y el temor que siente de llamarlo para que vuelva, el darse cuenta de que el dolor cesaría si Krishna regresara, pero que así también se detendría «el proceso». Después, la alusión a la cercanía de la muerte. (En Ehrwald, cuando de pronto sonaron las campanas mientras Krishna estaba «fuera», ocasionaron al cuerpo tal conmoción de agonía, que Krishna tuvo que regresar. Después dijo, según contaba Lady Emily: «Eso fue salvarse por un pelo. Aquellas campanas casi doblan en mi funeral». Las notas de Pupul Jayakar nos cuentan que, aparte de K, había otras presencias, igual que en aquellas otras ocasiones registradas; los «ellos» que cuidaban tanto el cuerpo eran, presumiblemente, los mismos «ellos» que habían regresado con K en la primera ocasión mencionada por Pupul: «inmaculados, incontaminados, puros». Después estaba el «él» que había venido «plenamente» durante el paseo del 17 de junio y había tomado «el mando (3) Fue en Ooty, a principios de 1925, donde K había ido con Madame de Manziarly, que Nitya había enfermado de nuevo. Citando K volvió allá, después de la muerte de Nitya, había escrito a Lady Emily: "Estoy alojado en la misma habitación de Nitya. Lo percibo, lo veo y hablo con él, pero lo echo dolorosamente de menos". El estar allí otra vez, si bien en una casa diferente, puede muy bien haber traído algo de esto a la memoria de K.
(1) De una copia de las notas de Pupul Jayakar, publicadas anteriormente en Los Años de Plenitud.
El relato también se encuentra en su Krishnamurti, con algunas leves diferencias. completo». El ser que yacía agonizante en la cama había sido «quemado» para crear un vacío mayor a fin de que más de este «él» pudiera entrar en Krishna o en el cuerpo. De modo que ahora parecía haber tres entidades aparte del innominado número al que se refería como «ellos»: el ser que queda atrás para que soporte el dolor del cuerpo, K que se va y luego regresa y el misterioso «él». ¿Eran todas estas entidades aspectos diferentes de la conciencia de K o eran seres separados? ¡Ay! la única persona que podría ser capaz de iluminarnos, K mismo, no recordaba nada de estos sucesos de Ooty, como no recordaba nada del «proceso» en los primeros tiempos. Puesto que él estaba «fuera» de su cuerpo, esto no es sorprendente. K siempre ha tenido conciencia de estar «protegido» por alguien o algo exterior a él mismo, y creía que todo aquel que viajaba con él compartía esta misma protección. Pero no podía decir de dónde emanaba tal protección. Más importante es que gracias a este relato nos enteramos de que seguía habiendo una tarea de preparación sobre el cuerpo de K. Después de este período en Ooty, K continuó con sus pláticas en muchos lugares de la India y visitó sus escuelas en Rajghat y el Valle de Rishi. No regresó a Ojai hasta abril de 1949, habiendo estado ausente de allí durante diecinueve meses.
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