sábado, 5 de agosto de 2023

VIDA Y MUERTE DE KRISHNAMURTI - ESCRITO POR MARY LUTYENS - 16 -

 16

 «Un diálogo con la muerte»

 Por los últimos años, K no había podido alojarse en Vasanta Vihar cuando se hallaba en Madrás, puesto que Rajagopal reclamaba el lugar como parte de los activos de la KWINC, de modo que se hospedaba con una dama india que vivía en las cercanías, en Greenways Road. (No fue sino hasta 1975 que Vasanta Vihar fue cedido a la Indian Foundation). 

K estaba ahora obligado a separarse de Madhavachari, mano derecha de Rajagopal, que continuaba siendo fiel a éste, según pudo comprobar. 

En ese invierno 1973-74, el Dr. T.K. Parchure, un médico indio del hospital que se encontraba en el complejo residencial de la escuela de Rajghat en Varanasi (como ahora se llama Benarés), comenzó a viajar con K cada vez que éste iba a la India; lo mismo hacia Parameshvaran, el cocinero jefe en el Valle de Rishi, quien había cuidado a K cuando estuvo al borde de la muerte en Kashmir en 1959. Además del hospital independiente en los terrenos de Rajghat, que provee a las necesidades de veinte poblados de los alrededores, hay un colegio para mujeres con un albergue adjunto, una granja y una escuela agrícola. La escuela misma tiene cerca de 300 niños y niñas, con edades que van de los siete a los dieciocho años. 

En el Valle de Rishi, hay también más que una escuela; hay un centro rural independiente donde se educan y reciben atención médica setenta niños de los pueblos adyacentes. 

Al hablar durante ese año a los maestros en el Valle de Rishi y en respuesta a la pregunta: «El sufrimiento, ¿no embota la mente?», K dijo algo que me impresionó con mucha fuerza cuando lo leí posteriormente: «Yo pensaría más bien que lo que embota la mente es la continuación del sufrimiento, no el impacto del sufrimiento... 

A menos que uno resuelva el sufrimiento de inmediato, es inevitable que embote la mente». En Madrás acababa de fundarse una escuela co-educacional diurna. 

Llamada simplemente «La Escuela», acomodaba a 112 niños con edades entre tres y doce años. K estaba ahora ansioso por abrir una escuela en Ojai sin aguardar por el arreglo con la KWINC. 

Se consultó a un arquitecto y se escogió a un Director, para consternación de los síndicos de la American Foundation que carecían de fondos y no disponían de un terreno para semejante aventura; pero K jamás permitió que consideraciones de esta naturaleza se interpusieran en el camino de lo que realmente quería hacer. 

Por suerte, antes de que se hubiera encontrado un terreno conveniente, en septiembre se llegó a un arreglo en el pleito con la KWINC. 

Mientras tanto, en mayo K había ido con Mary Zimbalist a San Diego, donde se grabó en video-color una serie de dieciocho diálogos sobre temas diferentes que K sostuvo con el Dr. Allan Anderson, Profesor de Educación Religiosa en el Colegio Estatal de San Diego (1) . 

Las últimas dos discusiones versaron sobre la meditación. 

En el curso de ellas, K recalcó tres veces que la meditación abarcaba «el campo total de la existencia» y que todo esfuerzo por meditar negaba la meditación. 

Uno de sus pasajes más bellos sobre la meditación surgió en una plática que había ofrecido unos años antes: La meditación es una de las artes más grandes que hay en la vida, tal vez la más grande, y uno no puede aprenderla de nadie. 

Esa es su belleza. 

Carece de técnica y, por lo tanto, de autoridad. 

Cuando uno aprende acerca de sí mismo, cuando se observa, cuando observa la manera en que camina, en que come, lo que dice, el chismorreo, el odio, los celos... si uno se da cuenta de todo eso en sí mismo sin opción alguna, eso forma parte de la meditación. 

De modo que la meditación puede tener lugar cuando uno está sentado en el autobús o mientras camina por el bosque lleno de luces y sombras o cuando escucha el canto de los pájaros o contempla el rostro de la esposa o del hijo (2) . Poco después de San Diego, K habló en Santa Mónica por última vez. En una de sus pláticas se le preguntó: «He estado escuchándole desde hace algún tiempo, pero no se ha producido ningún cambio. ¿Qué es lo que está mal?». A esto K contestó: ¿Será que no es usted serio? ¿Es que no le importa? ¿Es que tiene usted tantos problemas que está atrapado en ellos y no tiene ni el tiempo ni el ocio necesarios para detenerse y entonces jamás mira esa flor?... Señor, usted no ha dedicado su vida a ello. 

Estamos hablando de la vida, no de ideas, no de teorías, prácticas, tecnologías, sino que estamos considerando la totalidad de la vida, que es su vida. 

K le dijo a Mary en ese entonces que él tenía que vivir otros diez o quince años, porque todavía quedaba mucho por hacer. 

Su cuerpo, dijo, se estaba deteriorando (tenía setenta y nueve años), aunque «su cerebro estaba intacto». Ese verano, unas cuantas mañanas después de arribar al Chalet Tanneg, se despertó diciendo que «algo extraordinario le había sucedido, algo que se expandía para abarcar el universo». 

Esa misma mañana dictó a Mary 

(1) Estos videos, que pueden obtenerse en las tres Fundaciones, siguen siendo muy populares. (2) Freedom from the Known (Liberese del Pasado, Edic. Krishnamurti, 1970). 

una carta acerca de la nueva escuela en Ojai: «Tiene que dar origen a personas tan fundamentadas religiosamente, que puedan llevar consigo esa cualidad hagan lo que hagan, vayan donde vayan y cualquiera sea la profesión a que se dediquen». 

Hacía mucho calor en Gstaad, en la reunión de Saanen K se encontraba a menudo «muy lejos» y le dolía mucho la cabeza. 

Se había vuelto aún más sensible y no podía soportar que lo tocaran, pero tenía «maravillosas meditaciones». «Mi mente», dijo a Mary, «siente como si la hubieran lavado, está limpia, sana, y mucho más que eso; hay un sentido tremendo de júbilo, de éxtasis». 

En noviembre, volando sin acompañante a Delhi, K se encontró en el mismo avión que el Maharishi (Mahesh Yogi), quien vino a hablar con él radiante de alegría y llevando una flor en la mano. 

La aversión de K hacia los gurús y los sistemas de meditación, pronto puso punto final a la charla que sostenían. 

(K nos dijo más adelante que le hubiera gustado ver la hoja de Balance del Maharishi). 

El mismo mes de noviembre, en Rajghat alguien pidió a K que definiera su propia enseñanza. 

El respondió sorprendido: «¿Me lo pregunta a mí? ¿Usted me pregunta qué es la enseñanza? Yo mismo no lo sé. No puedo expresarlo en pocas palabras, ¿verdad? Pienso que la idea del que enseña y el enseñado es básicamente errónea, al menos lo es para mí. Creo que es una cuestión de compartir, más que de ser enseñado (1) . 

Deseando hacerle la misma pregunta cuando estaba escribiendo el segundo volumen de su biografía, formulé por escrito una breve declaración que comenzaba: «La esencia revolucionaria de la enseñanza de Krishnamurti...» y se la envié para que la aprobara. 

Como esperaba, la reescribió totalmente, conservando tan sólo la palabra «esencia». 

He aquí lo que él escribió: La esencia de la enseñanza de Krishnamurti está contenida en la declaración que él hizo en 1929 cuando dijo: «La Verdad es una tierra sin senderos». 

El hombre no puede llegar a ella a través de ninguna organización, de ningún credo, de ningún dogma, sacerdote o ritual, de ningún conocimiento filosófico ni de técnica psicológica alguna. 

Tiene que encontrar la verdad mediante el espejo de la relación, mediante la comprensión de los contenidos de la propia mente; por medio de la observación y no por el análisis intelectual o la disección introspectiva. 

El hombre ha construido internamente imágenes como una valla de seguridad: imágenes religiosas, políticas, personales. 

Estas se manifiestan como símbolos, ideas, creencias cuya carga domina el pensar humano, las relaciones y la vida cotidiana. 

Estas son las causas de nuestros problemas porque separan al hombre del hombre en todas sus relaciones. 

Su percepción de la vida está moldeada por los conceptos ya establecidos en su mente. 

El contenido de su conciencia es esta conciencia. 

Este contenido es común a toda la humanidad. 

La individualidad es el nombre, la forma y la cultura superficial que el hombre adquiere de su medio ambiente. 

La singularidad del individuo no radica en lo superficial sino en la total libertad con respecto al contenido de su conciencia. 

La libertad no es una reacción; la libertad no es una opción. 

Es jactancia del hombre creer que porque tiene poder de optar es libre. 

La libertad es observación pura sin dirección, sin el miedo que se esconde tras del castigo y la recompensa. 

La libertad está exenta de motivo; la libertad no se halla al final de la evolución del hombre sino en el primer paso de su existencia. 

En la observación uno comienza a descubrir la falta de libertad. 

La libertad se encuentra en la percepción directa y sin opciones de nuestra existencia diaria. El pensamiento es tiempo. 

El pensamiento nace de la experiencia, del conocimiento, que son inseparables del tiempo. 

El tiempo es el enemigo psicológico del hombre. 

Nuestra acción se basa en el conocimiento y, por lo tanto, en el tiempo; de modo que el hombre es siempre un esclavo del pasado. 

Cuando el hombre se dé cuenta del movimiento de su propia conciencia, verá la división entre el pensador y el pensamiento, el observador y lo observado, el experimentador y la experiencia.

Descubrirá que esta división es ilusoria. 

Sólo entonces hay observación pura que es discernimiento instantáneo sin sombra alguna del pasado 

Este discernimiento intemporal genera un cambio profundo y radical en la mente. 

La negación total es la esencia de lo positivo. 

Cuando negamos todas las cosas que no son el amor -cosas como el deseo, el placer-, entonces el amor está ahí con su compasión e inteligencia. 

Esto es más que una breve declaración, pero ¿podría ser expresado con mayor concisión o claridad?

 Quizás, en este resumen, no ha acentuado lo suficiente el concepto de la formación de imágenes. 

Todos formamos imágenes de nosotros mismos y de los demás, y estas imágenes son las que se encuentran, reaccionan y quedan lastimadas. 

Son estas imágenes las que interfieren con las relaciones verdaderas entre los seres humanos, aun con las más íntimas. 


Cuando regresó a Malibú desde la India en febrero de 1975, K fue por un día con Mary Zimbalist a echar una mirada a Arya Vihara y a la Cabaña de los Pinos que, desde el arreglo del litigio, habían pasado a ser propiedad de la American Foundation; también pasearon con los Lilliefelt por los terrenos vecinos a El Robledal en los que iba a construirse la escuela. 

Cuando K volvió dos semanas después, sintió que la atmósfera de la Cabaña, que le había repelido en la primera visita, ya había cambiado. 

El 11 de abril reanudó el Diario que había

 (1) Golden Jubilee Souvnir Book (Libro de Oro Conmemorativo), Krishnamurti Foundation India, 1979). 

comenzado en Brockwood en l973 y continuó escribiendo en él todos los días por las siguientes tres semanas. 

El 12 de abril, un hermoso día sin nubes, K ofreció la primera de cuatro pláticas en El Robledal, donde no había hablado desde octubre de 1966. 

Cuando K y Mary vinieron otra vez a Brockwood en mayo, llevé conmigo un ejemplar adelantado del primer volumen de su biografía, un relato de su vida hasta la disolución de la Orden de la Estrella. 

Naturalmente, lo primero que miró fueron las ilustraciones, fijando por mucho tiempo la mirada en las fotos de Nitya. 

Después me preguntó cómo impresionaría el libro a un completo extraño; ¿qué pensaría del libro «un común corredor de bolsa?» Yo sólo pude contestar que no imaginaba como probable que «un común corredor de bolsa» lo leyera. 

Sin embargo, a juzgar por los comentarios, la extraña historia pareció fascinar a muchísima gente que una no hubiera esperado que se interesara en absoluto, y las innumerables cartas que recibí mostraron que el libro había ayudado a docenas de personas para una mejor comprensión de K, aunque significó un gran choque para algunos que no tenían ni idea de su educación teosófica. 

Cuando Mary Zimbalist, después de leerlo, le preguntó por qué, si los Maestros existían, habían hablado entonces pero no ahora, él sugirió: «No hay necesidad ahora que el Señor está aquí». 

Uno tendría que haber escuchado el tono de su voz para saber si ésta fue una respuesta seria o no. 

El octogésimo cumpleaños de K caía el 11 o 12 de mayo. 

El día 11, el Dr. Parchure llegó a Brockwood procedente de la India para quedarse varias semanas en Europa verificando el estado de salud de K. A mediados de mes estuvo ahí el Dr. David Bohm y sostuvo con K cuatro de las que iban a ser doce conversaciones. 

Bohm acababa de leer la biografía y le preguntó a K si había existido para él un momento particular de cambio. 

K dijo que no; el sufrimiento físico durante «el proceso» lo había hecho más sensible, y lo mismo había ocurrido con el sufrimiento ante la muerte del hermano, pero «al enfrentarse plenamente al sufrimiento, éste no había dejado huellas». 

Ese año K dedicó una de sus pláticas en las reuniones de Saanen, a lo que él llamaba «un asunto muy serio»: ¿Puede uno estar totalmente libre del miedo psicológico? «Si uno ha de estar libre del miedo», señaló, «tiene que estar libre del tiempo. 

Si no hubiera tiempo, uno no tendría miedo. 

No sé si ustedes ven eso. 

Si no hay mañana, sólo el ahora, el miedo como movimiento del pensar toca a su fin». 

El miedo surge del deseo de seguridad: «Si hay completa seguridad psicológica, no hay miedo», pero nunca puede haber seguridad psicológica «si uno está ansiando, deseando, buscando, deviniendo». 

Y proseguía: ... el pensamiento siempre está tratando de encontrar un lugar donde pueda residir, residir en el sentido de adueñarse. 

Al ser fragmentario, lo que el pensamiento crea es la total inseguridad. 

Por lo tanto, la completa seguridad está en ser absolutamente nada, lo cual significa no ser ninguna cosa (1) creada por el pensamiento. 

Ser absolutamente nada implica una contradicción total con respecto a todo lo que ustedes han aprendido... ¿Saben lo que significa «ser nada»? Nada de ambición -lo cual no quiere decir que vegeten-, nada de agresión ni resistencia ni barreras levantadas por las heridas psicológicas... La seguridad que ha creado el pensamiento es la no seguridad. Esta es una verdad absoluta. 

Habían persuadido a K de no ir a la India ese invierno debido al estado de emergencia declarado en junio por Mrs. Gandhi, durante el cual nada podía publicarse ni decirse públicamente sin someterlo al Comité de Censura. 

Lo último que K estaba dispuesto a hacer, era suavizar sus denuncias contra toda autoridad y tiranía. 

No tenía sentido ir a la India si no iba a hablar, y existía un peligro real de que lo encarcelaran si hablaba. 

Por lo tanto, después de las reuniones de Brockwood, K regresó a Malibú y pasó todos los fines de semana en la Cabaña de los Pinos para hablar con los padres y maestros de la futura escuela de El Robledal. 

Aunque el estado de emergencia decretado por Mrs. Gandhi seguía en vigor durante el invierno siguiente, K decidió viajar a la India después de recibir por parte de Pupul Jayakar, la más íntima amiga de Mrs. Gandhi, la garantía de que en sus pláticas se le permitiría decir lo que quisiera. 

Se hospedó en Nueva Delhi con Pupul, quien ahora vivía en la misma calle que Mrs. Gandhi y, al poco tiempo de su arribo, tuvo con esta última una larga charla privada. 

Una no puede menos que preguntarse si hubo alguna relación entre esta charla y la decisión de Mrs. Gandhi de llamar a elecciones generales en 1977. 

K mismo pensaba que pudo haberla habido. 

A solicitud de K, en marzo de 1977 se reunieron en Ojai representantes de las Fundaciones Krishnamurti. 

Él deseaba ahora que el mayor número posible de ellos le acompañara todo el tiempo. 

Deseaba particularmente que los norteamericanos y europeos, que nunca habían estado en la India, se encontraran allí con él en los próximos años. 

Estaba convencido de que, cuanto más se vieran esas personas, tanto más afecto llegaría a haber entre ellas y más cerca se sentirían unas de otras. 

La competencia y los celos eran tan ajenos a él, que jamás los entendió realmente en otros. 

En una de las reuniones de síndicos que hubo en Ojai, dijo: «Si la gente viniera aquí y preguntara: ‘¿Cómo era vivir con este hombre?’, ¿serían ustedes capaces de comunicarlo? Si algunos de los

 (1) En inglés, "nada” es nothing y "ninguna cosa" es not a thing lo cual permite esta analogía etimológica. [N. del T.] 

discípulos del Buda vivieran, ¿no viajaría uno a los confines de la tierra para verlos, para descubrir a través de ellos lo que había sido vivir en su presencia?» Esta mención del Buda y sus discípulos fue lo más cerca que K estuvo nunca de relacionarse a sí mismo con el Buda; sin embargo, es difícil dar a entender a alguien que no le haya conocido bien, que esta comparación fue hecha sin que K se diera a sí mismo ninguna importancia. 

Cuando el yo está ausente, no puede haber vanidad. «Este hombre» del que hablaba K, no era su propia persona. 

A pesar de todo, ¿cómo concilia uno esto con su constante reiteración de que nadie tenía autoridad alguna para representarlo después de su muerte y de que la relación gurú-discípulo era una abominación? ¿No es esto bastante sencillo? Al pedir a los síndicos que le acompañaran tanto como fuera posible, seguramente esperaba que, al menos a uno o dos de ellos, les fuera concedida la profundidad de percepción necesaria para producir internamente una total transformación psicológica que los liberara tanto de él mismo como de todas las otras muletas. 

Esto es muy diferente del culto, que los discípulos rinden al gurú. 

Si cualquiera alega alguna vez autoridad para hablar por K, uno sabrá que él o ella no se ha transformado. 

Se había decidido para entonces que Mary vendiera su casa de Malibú y se construyera un anexo a la Cabaña de los Pinos, que volvería a poder de la American Foundation cuando ella muriera.

 En la Cabaña de los Pinos K estaría cerca de la escuela, mientras que la casa de Malibú se hallaba a unas setenta millas de Ojai. 

El 9 de mayo, K tuvo que someterse a una operación de próstata en el Centro Médico Cedars-Sinaí, de Los Ángeles. 

Avisó de antemano a Mary que ella debía estar muy atenta y no dejar que él «se saliera de sí», y que también debía recordarle a él mismo que estuviera atento, de lo contrario, después de «cincuenta y dos años [de hablar en público] él podría sentir que ya era suficiente». 

Le dijo que «siempre había vivido con una línea divisoria muy delgada entre el vivir y el morir». 

Encontraba más fácil morir que seguir viviendo. 

Unos quince días antes de la operación, K había ido al hospital a fin de dar casi medio litro de su propia sangre para el caso de que se necesitara una transmisión. 

Rechazó la anestesia general, convencido de que podría ser demasiado para «el cuerpo». 

K siempre tuvo esta sensación de completo desapego entre él y su cuerpo. 

Cuando llegó el día, Mary fue con él y permaneció en la sala contigua. 

Al llegar, K recorrió las dos salas tocando las paredes, algo que siempre hacía en todo lugar nuevo que ocupaba; esta vez, evidentemente, también lo hizo por Mary. 

Jamás se reveló el motivo por el que hacía esto. 

Parece haber sido un medio de purificar, de disipar alguna influencia extraña, aunque no necesariamente maligna, y llenar el lugar con su propia influencia. 

Mary pidió al anestesista que hablara con K durante la operación a fin de mantenerlo alerta de modo que no se «saliera de sí». 

Después de dos horas lo trajeron en camilla de vuelta a su cuarto, lucía muy animado y pidió una novela policial para leer, pero en la noche sintió grandes dolores. 

Le administraron una dosis para niños de un fuerte calmante, pero tuvieron que suspendérsela porque le ocasionaba vértigos y náuseas. 

Se «salió de sí» por cerca de una hora y hablaba de Nitya, y más tarde tuvo lo que él llamó «un diálogo con la muerte». 

Al día siguiente, dictó a Mary un relato de esta experiencia: Fue una operación corta y no vale la pena hablar de ella, aunque hubo bastante dolor. 

Mientras el dolor continuaba, vi o descubrí que el cuerpo estaba casi flotando en el aire. 

Puede haber sido una ilusión, alguna clase de alucinación, pero pocos minutos después hubo una personificación; no una persona, sino la personificación de la muerte. 

Al observar este fenómeno peculiar entre el cuerpo y la muerte, parecía haber entre ellos una especie de diálogo. 

La muerte parecía estar hablándole al cuerpo con gran insistencia y el cuerpo se mostraba renuente a conceder lo que la muerte deseaba. 

A pesar de que había gente en la sala, este fenómeno continuaba: la muerte invitando, el cuerpo rehusando. 

No era un miedo a la muerte lo que hacía que el cuerpo se negara a las exigencias de ésta, sino que el cuerpo se daba cuenta de que no era responsable por sí mismo, de que había otra entidad que era la dominante, mucho más fuerte, más vital que la muerte misma. 

La muerte seguía exigiendo más y más, seguía insistiendo, de modo que intervino la otra entidad.

Entonces hubo una conversación o un diálogo no sólo del cuerpo, sino de esta otra entidad con la muerte. 

Por lo tanto, había tres entidades conversando. 

Él había prevenido, antes de ir al hospital, que quizás hubiera una disociación con el cuerpo y así la muerte podría intervenir. 

Aunque la persona [Mary] estaba allí sentada y la enfermera iba y venía, esto no era una ilusión o algún tipo de alucinación. 

Acostado en la cama veía las nubes cargadas de lluvia, la ventana iluminada y la ciudad extendiéndose abajo por millas y millas. La lluvia salpicaba los cristales de las ventanas y él veía claramente la solución salina vertiéndose, gota a gota, en el organismo; sentía con mucha fuerza y claridad que, si la otra entidad no hubiera interferido, la muerte habría triunfado. 

Este diálogo comenzó en palabras, con el pensamiento operando muy claramente. Había truenos y relámpagos y la conversación proseguía. 

Puesto que no había temor en absoluto, ni de parte del cuerpo ni de la otra entidad, absoluta ausencia de temor, la conversación podía desarrollarse libre y profundamente. 

Siempre es difícil expresar en palabras una conversación de esa índole. 

Extrañamente, como no había temor, la muerte no encadenaba la mente a las cosas del pasado. 

Lo que surgía de la conversación era muy claro. 

El cuerpo experimentaba un dolor considerable pero sin aprensión ni ansiedad, y la otra entidad estaba visiblemente más allá del cuerpo y de la muerte. 

Era como un árbitro actuando en un juego peligroso del cual el cuerpo no era del todo consciente. 

Al parecer, la muerte siempre está presente, pero uno no puede invitar a la muerte. 

Eso sería suicidio, algo completamente absurdo. 

Durante esta conversación no había sentido del tiempo. 

Es probable que todo el diálogo durara cerca de una hora, pero el tiempo del reloj no existía. 

Las palabras cesaron, pero había una percepción instantánea de lo que cada uno estaba diciendo. 

Por supuesto, si uno está apegado a algo, ideas, creencias, propiedades o personas, la muerte no vendrá a conversar con uno. 

La muerte en el sentido del fin, es libertad absoluta. 

La calidad de la conversación era cortés. 

No había nada de sentimiento, extravagancia emocional ni distorsión del hecho absoluto que es la cesación del tiempo y la vastedad sin límites que existe cuando la muerte forma parte de nuestra vida cotidiana. 

Había una sensación de que el cuerpo continuaría por muchos años, pero que la muerte y la otra entidad siempre marcharían juntas hasta que el organismo ya no pudiera seguir activo. 

Había un gran sentido de humor entre los tres y uno casi podía escuchar la risa. 

Y la belleza de ello estaba con las nubes y la lluvia. 

El sonido de esta conversación se expandía infinitamente, y el sonido era el mismo en el comienzo y no tenía fin. 

Era un canto sin principio ni final. 

La muerte y la vida están muy íntimamente unidas, como el amor y la muerte. 

Tal como el amor no es un recuerdo, así la muerte no tiene pasado. 

El miedo no participó en ningún momento en esta conversación, porque el miedo es oscuridad y la muerte es luz. 

Este diálogo no fue ilusión ni fantasía. 

Era como un susurro en el viento, pero el susurro era muy claro y, si usted escuchara, podría oírlo; entonces podría ser parte de ello. 

Entonces juntos podríamos participar de ello. 

Pero uno no lo escuchará si está demasiado identificado con su propio cuerpo, sus propios pensamientos y sus propias tendencias. 

Uno tiene que abandonar todo esto para entrar en la luz y el amor de la muerte. 

Ese verano, lo único que agregó K a su programa habitual, fue que antes de volar a la India en noviembre, fue con Mary a la clínica Janker en Bonn por tres noches a fin de consultar al Dr. Scheef.

Varios exámenes mostraron, según el médico, que K estaba «fantástico» para su edad. Algunos síndicos de las Fundaciones inglesa y norteamericana se reunieron con K en Madrás a comienzos de 1978 y luego fueron con él al Valle de Rishi, donde se habían producido algunos cambios en la escuela. G. Narayan, el hijo mayor del hermano mayor de K, era ahora el director después de la renuncia del Dr. Balasundaram. 

Narayan había estado enseñando por veinticinco años, primero en el Valle de Rishi y después en una escuela Rudolph Steiner de Inglaterra. 

Su esposa había sido profesora en Brockwood casi desde los comienzos y la única hija de ambos, Natacha, era alumna en Brockwood. 

K no tomaba en cuenta sus lazos de sangre con Narayan y no parecía ni más ni menos cariñoso con Natacha que con cualquier otra niña brillante. 

Amaba a todos los niños y a la mayoría de los jóvenes. 

Los alumnos del Valle de Rishi habían sido alentados para que fueran a Brockwood por un tiempo; ahora K estaba cuestionando la prudencia de esto. 

Era muy fácil ser corrompido por el Occidente. 

El joven de la India todavía revelaba respeto por sus mayores y mostraba ansias de aprender, considerando la educación como un privilegio. 

Cuando K regresó a Ojai, el anexo a la Cabaña de los Pinos estaba terminado y él y Mary se mudaron allí. 

Para Mary había sido difícil renunciar a su hermosa casa en Malibú, que K también echó de menos, pero ella había transformado la Cabaña de los Pinos en una casa igualmente hermosa, manteniendo intacta la parte donde K dormía y uniéndola al anexo mediante un corredor. 

K y Mary llegaron ambos a amar esta nueva casa. K disfrutaba puliendo la olla eléctrica y la mesa de la cocina, tal como lo hacía en el ala occidental de Brockwood, y ayudando a crear un pequeño jardín.

Siempre le gustó regar las plantas y solía tratar de ayudar en la casa llevando su bandeja de desayuno a la cocina y apilando y sacando los platos del lavaplatos. 

Temía que Mary se agotara, tanto en Ojai como en Brockwood. 

Ella actuaba como su secretaria y chofer, hacía todas las compras y lavaba y planchaba su ropa. 

Cuando Mary regresaba con las cestas de comestibles, él estaba ansioso por ver lo que había comprado.

Sin embargo, jamás permitió que nadie hiciera sus maletas, de lo cual se enorgullecía. 

En los años en que Mary no fue con él a la India, se tomó un descanso de tres meses en California. 

En junio, durante su viaje a Gstaad, K fue nuevamente con Mary a la Clínica Janker, de Bonn, donde todos los exámenes que se le hicieron resultaron satisfactorios. 

Al regresar a Brockwood en septiembre después de la reunión de Saanen, K comenzó a dictarle quincenalmente a Mary cartas dirigidas a las escuelas, y continuo haciéndolo hasta marzo de 1980; en total, treinta y siete cartas de unas tres páginas cada una. 

La mayor parte dictadas en tandas pero enviadas cada quince días, estas cartas llevaban la fecha de su despacho, no la del día en que fueron dictadas (1) . 

Era un medio de mantenerse en contacto con todas las escuelas. 

En su primera carta, 

(1) Cartas a las Escuelas, Edhasa, 1984.

 declaraba claramente cuál era su intención con respecto a las mismas: «Ellas han de interesarse en el cultivo del ser humano total. 

Estos centros educativos deben ayudar a los estudiantes y educadores a florecer con naturalidad». 

Y en una carta posterior: «Es el interés de estas escuelas dar origen a una nueva generación de seres humanos libres de la acción egocéntrica. 

Ningún otro centro educacional se interesa en esto y, como educadores, es nuestra responsabilidad producir una mente que no tenga en sí conflicto alguno». 

Una copia de cada carta se entregó a cada maestro y alumno. 

Lo que K esperaba que hicieran los maestros, parecía imposible: ver que el miedo no surgiera en los estudiantes bajo ninguna de sus formas (y para esto era indispensable que los maestros descubrieran las raíces de su propio miedo) y ayudar al estudiante para que «nunca se sienta psicológicamente lastimado, no sólo mientras forma parte de la escuela sino a lo largo de toda su vida». 

La competencia era uno de los mayores males de la educación: «Cuando en su escuela usted compara a B con A, los está destruyendo a ambos». 

K reiteraba en estas cartas que la enseñanza era la más alta de las vocaciones y que «las Escuelas existen principalmente para producir una transformación profunda en los seres humanos». 

También examinaba a fondo la diferencia que existe entre el aprender y la acumulación de conocimientos; esta última sólo embota la mente: «Conocer no es saber, y la comprensión de este hecho, o sea, que el conocimiento jamás podrá resolver nuestros problemas humanos, es inteligencia». En un libro publicado al año siguiente, K explicaba qué entendía él por la frase: «no ser psicológicamente lastimado jamás». 

Había estado explayándose sobre el «vivir con el dolor» y continuaba: Estamos viendo el hecho, «lo que es», que es el sufrimiento... Yo sufro y la mente hace todo lo que puede para escapar de ello... Por lo tanto, no escapen del dolor, lo cual no implica que se vuelvan morbosos. Vivan con el dolor... ¿Qué ocurre? Observen. La mente es muy clara, muy aguda. 

Se está enfrentando al hecho. 

El sufrimiento mismo transformado en pasión es algo inmenso. 

De ello surge una mente que nunca puede ser lastimada. 

Punto final. 

Ese es el secreto (1) . 

En su carta a las escuelas fechada el 1º de mayo de 1979, K empezaba un párrafo diciendo: «Dios es desorden». Si uno continúa leyendo, su significado se vuelve perfectamente claro: «Considere los innumerables dioses que el hombre ha inventado... y observe la confusión que todo esto ha creado en el mundo, las guerras que ha ocasionado». Los padres de una alumna de Brockwood que llevó esta carta a su casa en las vacaciones, leyeron la declaración desnuda «Dios es desorden» y se sintieron tan enfurecidos que pensaron en retirar a la niña de la escuela. 

Muchas declaraciones francas, semejantes confundían a la gente: «Los ideales son cosas crueles». (Esto tiene el mismo significado que «Dios es desorden»); «No existe tal cosa como un amor desdichado»; «Si ustedes amaran realmente a sus hijos, no habría guerras»; «Todo pensamiento corrompe» o «es corrupción». 

El último es el único que resulta difícil explicárselo a uno mismo. 

K lo explicó detalladamente en sus pláticas. 

En una de ellas, por ejemplo, dijo: «Estamos empleando la palabra ‘mente’ para implicar los sentidos, la capacidad del pensar y el cerebro que atesora todos los recuerdos como experiencia, como conocimiento... 

El conocimiento corrompe la mente. 

El conocimiento es el movimiento del pasado, y cuando el pasado domina el presente, tiene lugar la corrupción... 

Usamos la palabra ‘corrupción’ para significar aquello que está fragmentado, que no se considera como una totalidad»

(2) . En octubre de 1978, Mary Zimbalist fue con K a la India y más tarde, ese mismo año, varios miembros de las Fundaciones inglesa y norteamericana se reunieron nuevamente con K y los síndicos de la Indian Foundation en Madrás. 

El 8 de enero de 1979, Mrs. Gandhi vino a Vasanta Vihar para ver a K. 

En diciembre, la habían puesto en prisión por cuatro días, lo cual había causado revueltas en muchas partes de la India. 

Era evidente que hablar con K significaba mucho para ella. 

El recibió la impresión de que era una mujer muy desdichada que «jamás podría apearse del tigre», como K lo expresó. 

Otra escuela Krishnamurti, la última de las escuelas en la India, se había inaugurado ese verano en un valle que estaba a diez millas del centro de Bangalore. 

La construcción y el terreno de cien acres fueron posibles gracias a la donación de un hombre. Llamada «Valley School» (la Escuela del Valle), es una escuela co-educacional diurna e internado para más de cien niños con edades entre los seis y los trece años. 

K la visitó antes de partir para la India. (1) Más allá del Pensamiento, Edhasa, 1982. 2 EFB. Nº 42, 1982.

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