Lunes, 30 de mayo, 1983 Brockwood Park[8], Hampshire
Ha estado lloviendo aquí todos los días por más de un mes. Cuando uno viene de un clima como el de California, donde las lluvias cesaron hace más de un mes, donde los campos verdes están secándose y volviéndose pardos bajo un sol muy ardiente -hacía más de 90 °F y el calor sería aun mayor, aunque dicen que éste va a ser un verano benigno-, cuando uno viene de ese clima, se sorprende y asombra de ver la hierba verde, los maravillosos árboles verdes y las hayas cobrizas, que de un color castaño difuso y claro, se vuelven gradualmente más y más oscuras. Es un deleite verlas en medio de los árboles verdes. A medida que avance el verano, van a oscurecerse mucho más. Y esta tierra es muy bella. La tierra es siempre bella, ya sea un desierto o esté llena de huertos y praderas verdes, resplandecientes. Salir a dar un paseo por los campos con el ganado y los jóvenes corderos, y pasear por los bosques con el canto de los pájaros, sin un solo pensamiento en la mente... Sólo observar la tierra, los árboles, las ovejas, y escuchar el llamado del cuclillo y el canto de las palomas torcazas; pasear sin emoción alguna, sin ningún sentimiento, observar los árboles y toda la tierra... Cuando uno observa así, aprende acerca del propio pensar, está atento a las propias reacciones y no permite que escape un solo pensamiento sin haber comprendido cómo surgió, cuál fue su causa. Si uno está alerta, sin dejar pasar jamás un pensamiento, entonces el cerebro se queda muy quieto. Entonces uno observa en gran silencio, y ese silencio tiene una profundidad inmensa, una perdurable e incorruptible belleza. El muchacho era diestro en los juegos, realmente muy bueno. También era bueno en sus estudios; era serio. Vino, pues, a ver a su maestro y le dijo: «Señor, ¿podría conversar con usted?» El educador contestó: «Sí, podemos conversar; salgamos a dar un paseo». De modo que sostuvieron un diálogo. Fue una conversación entre el educador y el educando, una conversación en la que había cierto respeto por ambas partes, y como el educador también era serio, la conversación fue agradable, amistosa, ya que ambos habían olvidado que eran un maestro con un estudiante; olvidaron el rango, la importancia de uno que sabe, la autoridad, frente al otro que tiene curiosidad por saber. «Señor, me pregunto si usted sabe acerca de todo esto, por qué estoy adquiriendo una educación, qué parte jugará ella cuando yo crezca, cuál es mi papel en este mundo, por qué tengo que estudiar, por qué debo casarme y cuál será mi futuro. Desde luego, me doy cuenta de que tengo que estudiar y aprobar alguna clase de exámenes, y espero ser capaz de aprobarlos. Viviré probablemente una cantidad de años, tal vez cincuenta, sesenta o más, y en todos esos años futuros, ¿cuál será mi vida y la vida de quienes me rodean? ¿Qué voy a ser, y cuál es el sentido de estas largas horas que paso sobre los libros y escuchando a los maestros? Podría haber una guerra devastadora en la que todos podríamos morir. Si la muerte es todo lo que hay por delante, ¿cuál es, entonces, el sentido de toda esta educación? Por favor, formulo estas preguntas muy seriamente, porque he escuchado a los otros maestros y también a usted señalar muchas de estas cosas». «Me gustaría tomar una pregunta a la vez. Usted ha formulado muchas preguntas, me ha planteado diversos problemas, de modo que primero consideremos la pregunta más importante: ¿Cuál es el futuro de la humanidad y de usted mismo? Como sabe, sus padres están muy bien acomodados y quieren ayudarle de todas las maneras posibles. Si usted se casara, ellos tal vez podrían regalarle una casa, comprarle una casa con todas las cosas que se necesitan en ella, y usted podría tener una esposa atractiva -podría. ¿Qué es, entonces, lo que usted va a ser? ¿La habitual persona mediocre? ¿Conseguirá un empleo, echará raíces con todos los problemas que hay alrededor y dentro de usted -es ése su futuro? Por supuesto que puede venir una guerra, pero podría no ocurrir -esperemos que no ocurra. Esperemos que el hombre pueda llegar a comprender que las guerras, de cualquier clase que sean, jamás resolverán ningún problema humano. Los hombres podrán progresar, podrán inventar aviones mejores, etcétera, pero las guerras jamás han resuelto los problemas humanos ni los resolverán jamás. Olvidemos, pues, por el momento, que todos nosotros podríamos ser destruidos a causa de la locura de los superpoderes, de la locura de los terroristas, o la de algún demagogo de algún país que desea destruir a sus enemigos inventados. Olvidemos todo eso por el momento. Consideremos cuál es su futuro, sabiendo que forma usted parte del mundo. ¿Cuál es su futuro? Como se lo pregunté: ¿consiste su futuro en ser una persona mediocre? La mediocridad implica escalar a medio camino la colina, a medio camino cualquier cosa, sin alcanzar jamás la cima misma de la montaña, sin exigirse jamás la totalidad de la energía, de la capacidad, de la excelencia. »Desde luego, debe usted comprender también que existirán todas las presiones externas -presiones para que haga esto o aquello, todas las diversas presiones y la propaganda de las estrechas y sectarias religiones. La propaganda jamás puede revelar la verdad; la verdad jamás puede ser propagada. Espero, pues, que advierta la presión que se ejerce sobre usted -la presión de sus padres, de su sociedad, de la tradición de ser un científico, un filósofo, un físico, un hombre que emprende la investigación en cualquier campo; o de ser un hombre de negocios. Comprendiendo todo esto, cosa que usted debe hacer a su edad, ¿qué camino va a seguir? Hemos estado hablando, desde muchos puntos de vista, de todas estas cosas, y probablemente -si puede uno señalarlo- usted ha prestado atención a todo esto. De modo que, como por algún tiempo hemos de recorrer juntos la colina y regresar, le pregunto, no como maestro sino con afecto, como un amigo que se interesa genuinamente en usted: ¿Cuál es su futuro? Aun si ha decidido ya aprobar algunos exámenes y tener una carrera, una buena profesión, igualmente tiene que preguntarse: ¿Es eso todo? Aun cuando tenga realmente una buena profesión, y quizás una vida bastante placentera, tendrá muchísimos contratiempos y problemas. Si forma una familia, ¿cuál será el futuro de sus hijos? Ésta es una pregunta que usted mismo tiene que contestarse, y tal vez podamos conversar al respecto. Tiene usted que considerar el futuro de sus hijos, no sólo su propio futuro, y tiene que considerar el futuro de la humanidad, olvidando que es usted alemán, francés, inglés o indio. Discutámoslo, pero, por favor, dése cuenta de que yo no le estoy diciendo lo que debe hacer. Solamente los tontos aconsejan, de modo que no entro en esa categoría; sólo estoy formulándole preguntas de manera amistosa, lo cual espero que comprenda; no estoy presionándolo, dirigiéndolo o persuadiéndolo. ¿Cuál es su futuro? ¿Madurará usted rápidamente o lentamente, lo hará con gracia, con sensibilidad? ¿Será usted un mediocre, aun cuando pueda ser de primera clase en su profesión? Podrá sobresalir, podrá ser muy, muy bueno en cualquier cosa que haga, pero yo estoy hablando de la mediocridad de mente y corazón, mediocridad de todo el ser». «Señor, realmente no sé cómo responder a estas preguntas. No he reflexionado lo suficiente al respecto, pero cuando usted formula esta pregunta -si he de volverme igual al resto del mundo, mediocre- ciertamente no quiero ser así. También me doy cuenta de la atracción que ejerce el mundo. Y veo la parte que en mí desea todo eso. Quiero tener alguna diversión, pasar algunos ratos agradables, pero la otra parte de mí ve también el peligro de todo eso, las dificultades, los impulsos, las tentaciones. Por lo tanto, no sé dónde voy a terminar. Y también, tal como usted lo ha señalado en diversas oportunidades, no conozco por mí mismo lo que soy. Una cosa está clara: realmente no quiero ser una persona mediocre con una mente y un corazón pequeños, aunque pueda tener un cerebro extraordinariamente ingenioso. Puedo estudiar en libros y adquirir una gran cantidad de conocimientos, pero puedo seguir siendo una persona muy limitada y estrecha. Señor, ‘mediocridad’ es una palabra muy buena que usted ha usado, y cuando la considero siento que me asusto -no de la palabra, sino de todas las implicaciones que tiene lo que usted ha expuesto. Yo realmente no sé qué responder, y tal vez discutiéndolo con usted las cosas puedan aclararse. No puedo hablar tan fácilmente con mis padres. Ellos probablemente han tenido los mismos problemas que yo tengo; pueden ser más maduros físicamente, pero tal vez estén en la misma situación que yo. ¿Puedo, pues, preguntarle, señor, si está dispuesto a que venga a verle en otra ocasión para conversar con usted? Realmente, me siento bastante asustado, nervioso y aprensivo con respecto a mi capacidad de afrontar todo esto, de pasar por ello sin volverme una persona mediocre». Era una de esas mañanas que nunca ha sido antes; el prado cercano, la hayas inmóviles y el sendero que penetra en lo más profundo del bosque, todo era silencio. No se escuchaba un solo gorjeo de pájaros, y las casas próximas permanecían inactivas. Una mañana como ésta, fresca, suave, es una cosa rara. Hay paz en esta parte de la tierra, y todo estaba muy tranquilo. Existía ese sentimiento, esa sensación de absoluto silencio. No era sentimentalismo romántico ni imaginación poética. Era sencillamente así. Las hayas cobrizas lucían esta mañana plenas de esplendor contra los campos verdes que se extendían en la distancia, y una nube saturada de esa luz matinal flotaba perezosamente en el cielo. El sol estaba asomando, había una gran paz y un sentido de adoración. No la adoración de algún dios o de alguna deidad imaginaria, sino ese sentido de reverencia que nace de la inmensa belleza. Esta mañana uno podía desprenderse de todas las cosas que ha reunido, y estar en silencio con los bosques y los árboles y el prado. El cielo era de un azul pálido y suave, y muy lejos, al otro lado de los campos, se escuchaba el llamado de un cuclillo las palomas en el bosque se arrullaban y los mirlos iniciaban su canto matinal. En la distancia podía oírse el paso de un automóvil. Cuando los cielos están tan quietos y hay tanta belleza, es probable que más tarde llueva. Siempre sucede así cuando la mañana amanece muy clara. Pero en esta mañana todo era muy especial, algo que nunca ha sido antes y nunca podrá volver a ser. «Me alegra que haya usted venido espontáneamente, sin ser invitado, y si está dispuesto tal vez podamos continuar con nuestra conversación acerca de la mediocridad y de su vida futura. Podemos ser excelentes en nuestra profesión; no estamos afirmando que hay mediocridad en todas las profesiones; un buen carpintero puede no ser mediocre en su trabajo, pero en su cotidiana vida interna, en la vida con su familia, puede serlo. Ambos entendemos ahora el significado de esa palabra y debemos investigar juntos su profundidad. Hablamos de la mediocridad interna, de los conflictos, problemas y afanes psicológicos. Puede haber grandes científicos que, no obstante, viven internamente una vida mediocre. ¿Qué va a ser, pues, de su vida? En ciertos aspectos es usted un estudiante capaz, pero, ¿para qué usará su cerebro? No hablamos de su profesión, eso vendrá más tarde; lo que debe interesarnos es el modo en que va usted a vivir. Desde luego que no va a ser un criminal en el sentido corriente de esa palabra. Si es sensato, no será un pendenciero, son demasiado agresivos. Probablemente obtendrá un buen empleo y hará un trabajo excelente en cualquier cosa que decida hacer. Dejemos, pues, de lado todo eso por el momento; pero internamente, ¿cuál es su vida? ¿Cuál es, internamente, su futuro? ¿Va a ser como el resto del mundo, siempre a la caza del placer, siempre perturbado por docenas de problemas psicológicos?» «Actualmente, señor, no tengo problemas, excepto los problemas de aprobar los exámenes y la fatiga que implica todo eso. En otro respecto, no parece que tenga problemas. Hay cierta libertad. Me siento joven, dichoso. Cuando veo todas esas personas de edad, me pregunto si es que voy a terminar así. Parecen haber tenido buenas profesiones o haber hecho algo que deseaban hacer, pero a pesar de eso se vuelven tristes, apagadas, y no parecen haber sobresalido jamás en las profundas cualidades del cerebro. Ciertamente, no quiero ser como ellas. No es vanidad, pero deseo tener algo diferente. No se trata de una ambición. Quiero tener una buena profesión y toda esas cosas, pero es indudable que no deseo ser como esas personas mayores que parecen haber perdido todo lo que les gustaba». «Usted puede no querer ser como ellas, pero la vida es una cosa muy exigente y cruel. No lo dejará en paz. Usted soportará una gran presión de la sociedad, ya sea que viva aquí o en América o en cualquier otra parte del mundo. Se le incitará constantemente a volverse igual que los demás, a volverse medio hipócrita, a decir cosas que no tiene realmente la intención de decir, y si llegara a casarse, eso también puede suscitar problemas. Usted tiene que comprender que la vida es un asunto muy complejo -no consiste en perseguir aquello que desea hacer y obstinarse en eso. Estos jóvenes desean llegar a ser algo en la vida -abogados, ingenieros, políticos, etcétera; está el instinto, el impulso de la ambición de poder, de dinero. Esas personas viejas de las que usted habla han pasado por todo eso. Están desgastadas por el constante conflicto, por sus deseos. Mírelas, observe la gente que le rodea. Están todos en la misma barca. Algunos abandonan la barca y vagan incesantemente hasta morir. Algunos buscan un rincón apacible de la tierra y se retiran; otros se unen a un monasterio, se convierten en alguno de los distintos tipos de monjes y toman votos extremos. La inmensa mayoría, millones y millones, llevan una vida muy trivial, su horizonte es muy limitado. Tienen sus sufrimientos, sus alegrías, y jamás parecen salirse de eso o comprenderlo e ir más allá. De modo que nuevamente nos preguntamos el uno al otro: ¿Cuál es nuestro futuro? Y específicamente: ¿Cuál es su futuro? Desde luego que es usted demasiado joven para investigar esta cuestión muy profundamente porque la juventud no tiene nada que ver con la total comprensión de este problema. Puede que sea usted un agnóstico; los jóvenes no creen en nada, pero a medida que van envejeciendo se vuelven hacia alguna forma de superstición religiosa, convicción religiosa o dogma religioso. La religión no es un narcótico, pero el hombre ha hecho la religión a su propia imagen, obcecado por la búsqueda de consuelo y, por tanto, de seguridad. Ha convertido la religión en algo totalmente falto de inteligencia e irrealizable, no en algo con lo que uno pueda vivir. ¿Qué edad tiene usted?» «Voy a cumplir diecinueve años, señor. Mi abuela me ha dejado algo para cuando cumpla los veintiuno, y tal vez antes ingrese en la universidad y pueda viajar y ver algunas cosas. Pero dondequiera que esté y cualquiera que sea mi futuro, siempre llevaré conmigo este interrogante. Tal vez me case, probablemente lo haga, y tenga hijos, y entonces surgirá la gran pregunta: ¿Cuál es el futuro de ellos? De algún modo me doy cuenta de lo que los políticos están haciendo en todo el mundo. Por lo que a mí me toca, es un feo asunto; en consecuencia, creo que no seré un político. De eso estoy muy seguro, pero deseo tener una buena situación. Me gustaría trabajar con mis manos y mi cerebro, pero el problema será cómo no convertirme en una persona mediocre como lo son el noventa por ciento en el mundo. Por lo tanto, señor, ¿qué he de hacer? Oh, sí, sé de las iglesias, de los templos y todo eso; no me atraen. Más bien me rebelo contra todo eso -los sacerdotes y la jerarquía de la autoridad, pero, ¿cómo voy a evitar convertirme yo mismo en una persona común, ordinaria y mediocre?» «Si es que puedo sugerirlo, jamás, bajo ninguna circunstancia pregunte ‘cómo’. Cuando usa la palabra ‘cómo’, lo que desea realmente es que alguien le diga qué debe hacer, quiere alguna guía, algún sistema, alguien que lo lleve de la mano; y así pierde usted su libertad, su capacidad de observar sus propias actividades, sus propios pensamientos, su propio estilo de vida. Cuando pregunta ‘cómo’, se convierte de hecho en un ser de segunda mano; pierde su integridad y también la innata honestidad para observarse a sí mismo, para ser lo que es e ir más allá de lo que es. Nunca, nunca pregunte ‘cómo’. Estamos hablando psicológicamente, desde luego. Uno tiene que preguntar ‘cómo’ cuando quiere armar un motor o construir una computadora; tiene que aprender algo de otra persona. Pero uno sólo puede ser psicológicamente libre y original si está atento a sus propias actividades internas, si vigila lo que está pensando y no permite jamás que un solo pensamiento se escape sin haber observado la naturaleza, el origen de ese pensamiento. Observar, vigilar. Uno aprende mucho más de sí mismo mediante la atenta observación que a través de los libros, o de algún psicólogo, o de algún hombre de letras o profesor erudito, ingenioso y complicado. »Su vida va a ser muy difícil, mi amigo, y podrá desgarrarlo en numerosas direcciones. Hay una gran cantidad de lo que llaman tentaciones - biológicas, sociales - y usted puede ser destrozado por esta cruel sociedad. Por supuesto, tendrá que permanecer solo, pero eso puede ocurrir únicamente sin esfuerzo, sin determinación ni deseo, sino cuando comience a ver las cosas falsas que hay alrededor y dentro de usted: las emociones, las esperanzas. Cuando uno empieza a reconocer lo que es falso, entonces ése es el comienzo de la percepción alerta, de la inteligencia. Tiene usted que ser una luz para sí mismo, y ésta es una de las cosas más difíciles que hay en la vida». «Señor, ha hecho usted que todo esto parezca muy difícil, muy complejo, muy pavoroso, alarmante». «Sólo estoy señalándole todo esto. Eso no quiere decir que los hechos tengan necesariamente que atemorizarlo. Los hechos están ahí para ser observados. Si usted los observa, ellos jamás lo asustarán. Los hechos no son alarmantes. Pero si uno quiere eludirlos, volverles la espalda y correr, entonces eso sí es alarmante. Permanecer ahí, ver que lo que uno ha hecho puede no haber sido totalmente correcto, vivir con el hecho sin interpretarlo conforme al propio placer o a la propia forma de reaccionar, eso no es alarmante. La vida no es muy simple. Uno puede vivir sencillamente, pero la vida misma es vasta, compleja. Se extiende de horizonte a horizonte. Usted podrá vivir con pocas ropas o con una comida al día, pero eso no es sencillez. Sea, pues, sencillo, no viva de un modo complicado, contradictorio, etcétera, sólo sea sencillo internamente... Usted jugó al tenis esta mañana. Estuve observándolo y parecía ser muy bueno en eso. Tal vez volvamos a encontrarnos. De usted depende». «Gracias, señor».
[8] Desde el 14 al 22 de mayo, hubo en Ojai una reunión durante la cual Krishnamurti ofreció cuatro pláticas y sostuvo sesiones de preguntas y respuestas. El 27 de mayo voló a Inglaterra y se alojó en su escuela de Brockwood Park.
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