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viernes, 7 de abril de 2023

El Último Diario - J.Krishnamurti

 El Último Diario 1983 - 1984 

El Diario de Krishnamurti se publicó en 1982, y ha sido uno de sus libros más populares. Pero cuando quiso continuarlo, encontró que le cansaba el acto de escribir (tenia 87 años). Por lo tanto, se le sugirió que dictara a un grabador magnetofónico, idea que le atrajo. Todos los dictados de este volumen, excepto uno, fueron registrados en su casa, la Cabaña de los Pinos en el Valle de Ojai, California. Dictaba en las mañanas, mientras aún se encontraba en la cama sin que le molestaran. El lector se siente muy próximo a Krishnamurti en estos pasajes - por momentos casi parece hallarse dentro de su misma conciencia. La esencia de las enseñanzas se encuentra aquí, y las descripciones de la naturaleza con que comienza la mayoría de sus dictados, pueden servir para que muchos que le consideran tanto un poeta como un filósofo, sientan aquietarse todo el ser y se vuelvan intuitivamente receptivos a lo que sigue luego. Extrañamente, el último pasaje, y tal vez el más bello, trata de la muerte. Es la última ocasión en que, ya para siempre, escucharemos a Krishnamurti hablándose a sí mismo. Dos años después, moría en el mismo dormitorio de la Cabaña de los Pinos. 

Prefacio por Mary Lutyens 

Este libro es original en el sentido de que es la única publicación de Krishnamurti que registra palabras que él dictara a un grabador magnetofónico mientras se encontraba a solas. Después del éxito que tuviera el Diario II publicado en 1982, se le instó a que lo continuara, pero debido a que por entonces su mano se había vuelto bastante temblorosa (tenía 87 años), se le sugirió que, en vez de escribirlo, se lo dictara a sí mismo. Esta idea le atrajo. Sin embargo, no lo pudo comenzar inmediatamente porque estaba a punto de viajar a la India donde no tendría tiempo para ello. Cuando regresó a California, en febrero de 1983, dictó el primero de los pasajes que contiene este libro, haciéndolo en un grabador Sony nuevo. Todos los dictados excepto uno, se hicieron en su casa, la Cabaña de los Pinos en el valle de Ojai, a unas ochenta millas al norte de Los Ángeles. Él habría de dictar en las mañanas, antes del desayuno, mientras se hallaba en la cama sin que le molestaran. Krishnamurti se había alojado por primera vez en la Cabaña de los Pinos junto con su hermano, en 1922, cuando se la prestó un amigo; y allí se encontraba en agosto de 1922 cuando pasó por una experiencia espiritual que transformó su vida. Poco después se formó un Fideicomiso para el cual se suscribió una suma de dinero a fin de comprar la Cabaña y seis acres de terreno circundante. En 1978 se construyó una hermosa casa nueva que se incorporó a la Cabaña, en la que Krishnamurti conservó su dormitorio original y una pequeña sala de estar. Sus dictados no resultaron tan acabados como sus escritos, y a veces su voz suele alejarse del grabador hasta volverse un poco distante, de modo que, a diferencia de los Diarios I y II, algunos ligeros arreglos han sido necesarios en beneficio de la claridad. El lector se siente muy próximo a Krishnamurti en estos pasajes -por momentos casi parece hallarse dentro de su misma conciencia. En unos pocos de esos pasajes introduce él a un visitante imaginario que viene a hacerle preguntas y a retarlo. La esencia de la enseñanza de Krishnamurti se encuentra aquí, y las descripciones de la naturaleza con que comienza la mayoría de sus dictados, pueden servir para que muchos que le consideran tanto un poeta como un filósofo, sientan aquietarse todo el ser y se vuelvan intuitivamente receptivos a lo que sigue luego. Hay reiteraciones, pero éstas parecen de algún modo necesarias para acentuar el sentido de lo que expresa, y demuestran cómo cada día era para él un día completamente nuevo, libre de todas las cargas del pasado. Extrañamente, el último pasaje, y tal vez el más bello, trata acerca de la muerte. Es la última ocasión en que, ya para siempre, escucharemos a Krishnamurti hablándose a sí mismo. Dos años después, moría en el mismo dormitorio de la Cabaña de los Pinos. Mary Lutyens

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