29.
LA VERDAD Y LA MENTIRA
Pregunta: ¿Cómo es que, según usted lo ha dicho, una verdad que se repite se convierte en mentira? ¿Qué es realmente la mentira? ¿Por qué es malo mentir? ¿No es este un problema sutil y profundo en todos los niveles de nuestra existencia?
KRISHNAMURTI: Como en esto hay dos preguntas, examinemos la primera. Cuando una verdad se repite, ¿cómo es que se convierte en mentira? ¿Qué es lo que repetimos? ¿Podéis repetir una comprensión? Yo comprendo algo; ¿puedo repetirlo? Puedo hablar de ello, puedo comunicarlo; pero la vivencia, a buen seguro, no es lo que se repite. Mas nos quedamos presos en la palabra y perdemos el significado de la vivencia. Si habéis tenido una vivencia, ¿podéis repetirla? Podéis querer repetirla; podéis desear su repetición, su sensación; pero una vez que habéis tenido una vivencia, ésta ha terminado, no puede ser repetida. Lo que puede repetirse es la sensación, y la palabra correspondiente que da vida a esa sensación. Y como, desgraciadamente, la mayoría de nosotros somos propagandistas, caemos en la repetición de la palabra. Vivimos de palabras, y la verdad es negada. Tomemos como ejemplo el sentimiento del amor. ¿Podéis repetirlo? Cuando oís que os dicen “amad a vuestro prójimo”, ¿es eso una verdad para vosotros? Sólo es verdad cuando en realidad amáis al prójimo; y ese amor no puede ser repetido, sino tan sólo la palabra. Sin embargo, casi todos nos sentimos felices y contentos con la repetición: “amad al prójimo”, o “no seáis codiciosos”. De modo que la verdad de otro, o una vivencia real que hayáis tenido, no se convierte en una realidad por la simple repetición. Por el contrario, la repetición impide la realidad; El mero repetir determinadas ideas no es la realidad. La dificultad de esto consiste en comprender el asunto sin pensar en términos de lo opuesto. Una mentira no es algo opuesto a la verdad. Es posible ver la verdad de lo que estoy diciendo, no en oposición o en contraste, como verdad o como mentira, sino ver, simplemente, que la mayoría de nosotros repetimos sin comprensión. Por ejemplo, hemos estado discutiendo el “nombrar” y el “no nombrar” un sentimiento y lo demás. Muchos de vosotros lo repetiréis, estoy seguro de ello, pensando que es “la verdad”. Jamás repetiréis una vivencia si es una experiencia directa. Podéis comunicarla; pero cuando es una vivencia real, las sensaciones que la acompañaron han pasado, el contenido emocional que había detrás de las palabras se ha desvanecido por completo. Tomemos por ejemplo, la idea de que el pensador y el pensamiento son uno solo. Puede que sea una verdad para vosotros, porque lo habéis experimentado directamente. Pero si yo lo repitiera, eso no sería verdadero -¿no es así?-, verdadero, no como opuesto a lo falso, entendedlo bien. No sería real; sería una simple repetición, y, por lo tanto, carecería de significación. Pero ya veis, con la repetición crearnos un dogma, edificamos una iglesia, y en eso nos refugiamos. La palabra, no la verdad, se convierte en “la verdad”. La palabra no es la cosa. Pero para nosotros, la cosa es la palabra. Y es por eso que uno tiene que guardarse con sumo cuidado de repetir algo que no comprenda realmente. Si comprendéis algo, podéis comunicarlo; pero las palabras y el recuerdo han perdido su significación emocional. Es por eso que, en la conversación corriente, la propia perspectiva y el propio vocabulario sufren un cambio. Siendo, pues, que estamos buscando la verdad por medio del conocimiento propio, y no somos meros propagandistas, es importante que comprendamos esto. Mediante la repetición, en efecto, uno se hipnotiza con palabras, con sensaciones, queda atrapado en ilusiones. Y para libertarse de eso, es imperativo experimentar directamente y, para experimentar directamente, uno debe captarse a sí mismo en el proceso de la repetición, de los hábitos, de las palabras, de las sensaciones. Esa captación nos brinda extraordinaria libertad, y así puede haber renovación, una constante vivencia, un estado de cosa nueva. La otra pregunta es: “¿qué es realmente la mentira? ¿Por qué es malo mentir? ¿No es este un problema sutil y profundo en todos los niveles de nuestra existencia?” ¿Qué es una mentira? Es una contradicción -¿no es así?-, una autocontradicción. Uno puede contradecirse consciente o inconscientemente; puede hacerlo de un modo deliberado o inconsciente. La contradicción puede ser sumamente sutil o muy obvia. Y cuando la división en la contradicción es muy grande, uno se vuelve desequilibrado o se da cuenta del conflicto y se dispone a remediarlo. Para comprender este problema: qué es una mentira y por qué mentimos, hay que ahondarlo sin pensar en términos de lo opuesto. ¿Podemos observar este problema de la contradicción en nosotros mismos sin tratar de no ser contradictorios? Nuestra dificultad al examinar esta cuestión -¿no es así?- está en que condenamos una mentira con gran facilidad; ¿mas para comprenderla podemos considerarla en términos de lo que es la contradicción y no en términos de verdad y falsedad? ¿Por que nos contradecimos? ¿Por qué hay contradicción en nosotros? ¿No hay un intento de vivir de acuerdo con una norma, con una pauta, un constante acercamiento nuestro a un modelo, un esfuerzo constante por ser algo, ya sea a los ojos de otra persona o ante nuestros propios ojos? Existe un deseo -¿no es así?- de ajustarse a una norma, y cuando uno no vive de acuerdo con ella hay contradicción. Ahora bien, ¿por qué tenemos un modelo, una norma, una tendencia a imitar, una idea en conformidad con la cual tratamos de vivir? ¿Por qué? Evidentemente, para estar en seguridad, para estar a salvo, para ser populares, para tener una buena opinión de nosotros mismos, etc. Ahí está la semilla de la contradicción. Mientras procuremos asemejarnos a algo, mientras tratemos de ser algo, tiene que haber contradicción; por lo tanto, tiene que existir esa división entre lo falso y lo verdadero. Creo que esto es importante, si es que queréis profundizarlo serenamente. No es que no exista lo falso y lo verdadero; ¿pero por qué hay contradicción en nosotros? ¿No es porque intentamos ser algo: nobles, buenos, virtuosos, creadores, felices, etc.? Y en el deseo mismo de ser algo existe una contradicción: la de no ser una cosa diferente. Y es esta contradicción la que resulta destructiva. Si uno es capaz de completa identificación con algo, con esto o con aquello, entonces la contradicción cesa; mas cuando uno se identifica de veras, en un todo, con algo, hay encierro dentro de uno mismo, una resistencia, lo cual causa desequilibrio. Ello es evidente. ¿Por qué, pues, hay contradicción en nosotros? He hecho algo, y no quiero ser descubierto; he pensado algo que no es lo debido, y ello me coloca en un estado de contradicción, cosa que no me agrada. Por tanto, donde hay imitación tiene que haber temor; y es este temor lo que causa contradicción. Mientras que si no hay devenir, si no hay intento alguno de ser algo, no hay sensación de temor. Entonces no hay contradicción; entonces en nosotros no existe la mentira en ningún nivel, consciente o inconsciente; nada hay que suprimir, nada que manifestar. Y como la vida de casi todos nosotros es cuestión de estados de ánimo y de actitudes, asumimos actitudes que dependen de nuestros estados de ánimo, lo cual es una contradicción. Cuando el estado de ánimo desaparece, somos lo que somos. Es esta contradicción lo realmente importante, y no que digáis o dejéis de decir una mentirilla inocente. Mientras haya esta contradicción, tiene que haber una existencia superficial, y por lo tanto temores superficiales que han de ser vigilados; y luego siguen las mentiras inocentes, y todo lo demás que sabéis. Podemos considerar esta cuestión y no preguntar qué es una mentira y qué es la verdad, sino investigar el problema de la contradicción en nosotros mismos sin recurrir a los opuestos, lo cual es sumamente difícil. Porque, como dependemos tanto de nuestras sensaciones, la vida de casi todos nosotros es contradictoria. Dependemos de los recuerdos, de las opiniones; tenemos innumerables temores que deseamos disimular; todo esto crea contradicción en nosotros mismos; y cuando esa contradicción se hace insoportable, perdemos la cabeza. Deseando la paz, todo lo que uno hace engendra la guerra, no sólo en la familia, sino fuera de ella. Y en lugar de comprender lo que crea el conflicto, sólo tratamos, cada vez más, de convertirnos en una cosa o en otra, en lo opuesto, agrandando de ese modo la división. ¿Es posible comprender por qué existe contradicción en nosotros, no sólo en la superficie sino en un nivel psicológico mucho más profundo? En primer lugar, ¿se da uno cuenta de que vive una vida contradictoria? Deseamos la paz, y somos nacionalistas; queremos evitar la miseria social y, no obstante, cada uno de nosotros es individualista y limitado, encerrado en sí mismo. Vivimos, pues, en constante contradicción. ¿Por qué? ¿No será que somos esclavos de la sensación? No se trata de negar o de aceptar esto, que exige comprender muy bien lo que implica la sensación, es decir, los deseos. Deseamos muchas cosas, todas en contradicción unas con otras. Somos un cúmulo de máscaras en conflicto; adoptamos una careta cuando nos conviene, y la repudiamos cuando alguna otra cosa es más provechosa, más agradable. Es ese estado de contradicción lo que crea la mentira. Y, en oposición a eso, creamos “la verdad”. Pero, ciertamente, la verdad no es lo contrario de la mentira. Aquello que tiene un opuesto no es la verdad. Lo opuesto contiene su propio opuesto, y por lo tanto no es la verdad. Y para comprender este problema bien a fondo, hemos de darnos cuenta de todas las contradicciones en que vivimos. Cuando yo digo “os amo”, con ello van los celos, la envidia, la ansiedad, el temor, lo cual es una contradicción. Y es esta contradicción la que debe ser comprendida; y sólo se la puede comprender cuando uno se da cuenta de ella sin condenarla ni justificarla; observándola, no más. Y, para observarla pasivamente, uno ha de comprender todos los procesos de la justificación y de la condenación. No es cosa fácil el observar algo pasivamente; pero al comprender eso, empieza uno a comprender el proceso íntegro de las modalidades de nuestro pensar y sentir. Y cuando uno percibe el significado total de la contradicción en uno mismo, ello produce un cambio extraordinario: sois entonces vosotros mismos, no algo que tratáis de ser. Ya no seguís un ideal, ya no buscáis felicidad. Sois lo que sois, y de ahí podéis proseguir. Entonces no hay posibilidad de contradicción.
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