sábado, 26 de diciembre de 2020

ACCIÓN SIN IDEA

 25.

 ACCIÓN SIN IDEA 

Pregunta: Para que la verdad advenga, usted aboga por la acción sin idea. ¿Es posible actuar en todo momento sin idea, sin un propósito en vista? 

KRISHNAMURTI: ¿Qué es actualmente nuestra acción? ¿Qué entendemos por acción? Hacer algo, ser, hacer; nuestra acción se basa en la idea, ¿verdad? Eso es todo lo que sabemos; tenemos ideas, ideales, promesas, diversas fórmulas acerca de lo que somos y lo que no somos. Esta es la base de nuestra acción: recompensa en el futuro o temor al castigo. Eso lo sabemos, ¿no es cierto? Tal actividad es aisladora, nos encierra en nosotros mismos. Tenéis una idea de la virtud, y de acuerdo con esa idea vivís, es decir, actuáis en la relación. En otros términos, para vosotros la relación colectiva o individual es acción hacia un ideal, hacia la virtud, hacia el propio logro, colectivo o individual, y lo demás. Cuando mi acción se basa en un ideal -que es idea- esa idea plasma mi acción, guía mi acción; ideas tales como “debo ser valiente”, “debo seguir el ejemplo”, “debo ser caritativo”, “debo tener conciencia social”, y lo demás. Todos decimos “hay un ejemplo de virtud que debo seguir”, lo cual una vez más significa “debo vivir de acuerdo con eso”. La acción, pues, se basa en esa idea. De suerte que entre acción e idea hay un intervalo, un proceso de tiempo, una separación. Eso es así, ¿verdad? Es decir, “no soy caritativo, no soy amoroso, no hay clemencia en mi corazón; pero, en mi sentir, debo ser caritativo”. Hay un intervalo entre lo que yo soy y lo que yo debiera ser, y todo el tiempo tratamos de tender un puente entre lo que yo soy y lo que debiera ser. Esa es nuestra actividad, ¿no es cierto? Ahora bien, ¿que acontecería si la idea no existiese? De golpe habríais suprimido el intervalo, la separación, ¿no es así? Serías lo que sois. Decís “soy feo, debo volverme bello”; ¿qué habré de hacer?, lo cual es acción basada en una idea. Decís “no soy compasivo, debo llegar a serlo”. Introducís, pues, la idea, separada de la acción. Por lo tanto nunca hay verdadera acción de lo que sois, y sí acción basada en el ideal de lo que seréis. El hombre estúpido dice siempre que habrá de volverse inteligente. Se sienta y trabaja, lucha por “llegar a ser”; nunca se detiene, nunca dice “soy estúpido”. Así, pues, su acción basada en una idea no es acción en absoluto. La acción significa hacer, moverse. Pero cuando tenéis ideas, sólo actúa la ideación, el proceso de pensamiento con relación a la acción. ¿Y qué sucedería si no hay idea? Vosotros sois lo que sois. Sois faltos de benevolencia, sois inclementes, sois crueles, estúpidos, irreflexivos, ¿podéis quedaros con eso? Si lo hacéis, ved entonces qué acontece. Cuando reconozco que no soy caritativo, que soy estúpido, ¿qué ocurre al darme cuenta de que ello es así? ¿Acaso no hay caridad, no hay inteligencia, cuando yo reconozco por completo la falta de caridad, no verbalmente, ni artificialmente, cuando me doy cuenta de que no soy caritativo y no soy afectuoso? ¿En ese mismo hecho, de ver “lo que soy”, no hay acaso amor? ¿No me vuelvo instantáneamente caritativo? Si yo veo la necesidad de estar limpio, es muy sencillo: voy y me lavo. Pero si es un ideal, eso de que yo debiera ser limpio, ¿qué ocurre entonces? Pues que entonces la limpieza es muy superficial, o se pospone. La acción basada en ideas es muy superficial. Ella no es en absoluto verdadera acción sino mera ideación, es tan sólo un proceso de pensamiento que prosigue. Mas la acción que transforma a los seres humanos, que trae regeneración, redención, transformación -llamadla como os plazca-, tal acción no se basa en ideas. Es acción con prescindencia de lo que le sigue, sea recompensa o castigo. Tal acción es atemporal, porque la mente no interviene en ella; y la mente es proceso de tiempo, proceso de cálculo, proceso de división, proceso de aislamiento. Esta cuestión no se resuelve tan fácilmente. La mayoría de vosotros hace preguntas y espera por respuesta “sí” o “no”. Es fácil hacer preguntas como “¿qué quiere usted decir?”, y luego sentarse a oírme explicar. Pero mucho más arduo es descubrir la respuesta vosotros mismos, penetrar tan profunda y claramente en el problema, tan sin corrupción, que el problema cese. Y eso puede acontecer tan sólo cuando la mente está realmente silenciosa frente al problema. El problema es tan hermoso como una puesta de sol, si amáis el problema. Si sois antagonistas del problema, jamás comprenderéis. La mayoría de nosotros somos antagonistas porque estamos asustados del resultado, de lo que puede ocurrir si proseguimos, de suerte que perdemos la significación y alcance del problema.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario