30.
DIOS
Pregunta: Usted ha comprendido la realidad. ¿Puede decirnos qué es Dios?
KRISHNAMURTI: ¿Cómo sabe usted que yo he realizado? Para saberlo, usted también tiene que haber realizado. Esta no es una simple respuesta hábil. Para saber algo, usted tiene que ser parte de ese algo. Usted mismo debe haber tenido también la vivencia, y por lo tanto el que usted diga qué yo he realizado carece aparentemente de sentido. ¿Qué importa que yo haya o no realizado? ¿No es acaso verdad lo que estoy diciendo? Aunque yo sea el ser humano más perfecto, si lo que yo digo no es la verdad, ¿por qué habríais siquiera de escucharme? Mi realización, ciertamente, nada tiene que ver con lo que estoy diciendo, y el hombre que rinde culto a otro porque ese otro ha realizado, en realidad rinde culto a la autoridad y por lo tanto jamás podrá encontrar la verdad. El comprender aquello que ha sido realizado, y el conocer a quien ha realizado, no tiene importancia alguna, ¿verdad? Bien sé que toda la tradición dice: “estad con el hombre que ha realizado”. ¿Cómo podéis saber que él ha realizado? Todo lo que podéis hacer es estar en su compañía, y aun eso es muy difícil en nuestros días. Hay muy poca buena gente, en el verdadero sentido de la palabra -gente que no ande en busca de algo, en pos de algo. Aquellos que andan en busca o en pos de algo son explotadores, y por consiguiente, resulta muy difícil encontrar un compañero a quien amar. Idealizamos a los que han realizado, y esperamos que nos den algo, lo cual es una relación falsa. ¿Cómo puede comunicarse el hombre que ha realizado, no habiendo amor? Esa es nuestra dificultad. En todas nuestras discusiones no nos amamos realmente unos a otros; somos suspicaces. Deseáis algo de mí: conocimiento, realización, o queréis estar en mi compañía, todo lo cual indica que no amáis. Deseáis algo, y por lo tanto os ponéis a explotar. Si realmente nos amamos unos a otros, habrá comunión instantánea. Entonces no importa que hayáis realizado y yo no, o que vosotros seáis lo superior o lo inferior. Como nuestro corazón se ha marchitado, Dios ha adquirido enorme importancia. Esto es, deseáis conocer a Dios porque vuestro corazón ya no canta; y perseguís al cantor y le preguntáis si os puede enseñar a cantar. Él puede enseñaros la técnica, pero la técnica no os llevará a crear. No podéis ser músicos por el simple hecho de saber cantar. Puede que conozcáis todos los pasos de una danza, pero si en vuestro corazón no hay fuerza creadora, sólo funcionáis como una máquina. No podéis amar si vuestro objeto es simplemente lograr un resultado. No hay cosa alguna que sea un ideal, porque ello es solamente un logro. La belleza no es un logro; es la realidad, ahora, no mañana. Habiendo amor, comprenderéis lo desconocido; sabréis qué es Dios, y nadie necesitará decíroslo -y esa es la belleza del amor. Es la eternidad en sí misma. Es porque no hay amor, que deseamos que otra persona o Dios, nos lo dé. Si realmente amarais, ¿sabéis cuán diferente sería este mundo? Seríamos gente realmente feliz. Por lo tanto no debiéramos dejar que nuestra felicidad dependa de Las cosas, de la familia, de los ideales. Debiéramos ser felices, y por lo tanto las cosas, las personas y los ideales no dominarían nuestra vida. Son cosas secundarias todas ellas. Como no amamos y no somos felices, nos interesamos en las cosas, creyendo que nos darán felicidad; y una de las cosas en las cuales nos interesamos es Dios. Deseáis que os diga qué es la realidad. ¿Lo indescriptible puede ser acaso expresado en palabras? ¿Podéis acaso medir algo inconmensurable? ¿Podéis atrapar la brisa en vuestro puño? Si lo hacéis, ¿es eso acaso la brisa? Si medís aquello que es inconmensurable, ¿es eso acaso lo real? Si lo formuláis, ¿es ello lo real? Por cierto que no, pues en cuanto describís algo que es indescriptible, ello deja de ser lo real. En el momento en que traducís lo incognoscible en términos de lo conocido, ello deja de ser lo incognoscible. Sin embargo, eso es lo que anhelamos. Constantemente deseamos saber, porque entonces podremos continuar, entonces, según lo imaginamos, podremos alcanzar la felicidad fundamental, la permanencia. Deseamos saber por qué no somos felices, por qué luchamos miserablemente, por qué estamos gastados, por qué nos hemos envilecido. Sin embargo, en vez de comprender el simple hecho de que nos hemos envilecido, de que somos torpes, de que estamos hastiados, agitados, deseamos alejarnos de aquello que es conocido hacia lo desconocido que vuelve a ser lo conocido; y por consiguiente no podemos nunca encontrar lo real. Por lo tanto, en vez de preguntar quién ha comprendido, o qué es Dios, ¿por qué no consagrar toda la atención y percepción a lo que uno es? Entonces encontraréis lo desconocido, o más bien, lo desconocido vendrá a vosotros. Si comprendéis qué es lo conocido, “vivenciaréis” ese extraordinario silencio que no es inducido, que no es forzado; y sólo en ese vacío creador puede advenir la realidad. Ella no puede venir hacia aquello que está tratando de llegar a ser algo, que está esforzándose; sólo puede venir a lo que es; que comprende lo que es. Entonces veréis que la realidad no se halla lejos; lo desconocido no está alejado; está en lo que es. Así como la respuesta a un problema está en el problema mismo, la realidad está en lo que es. Si eso lo podemos comprender, conoceremos la verdad. Es en extremo difícil darse cuenta de la torpeza, de la codicia, de la mala voluntad, de la ambición, etc. El hecho mismo de darse cuenta de lo que uno es, es la verdad. Es la verdad que liberta, no vuestro esfuerzo por ser libres. De suerte que la realidad no está lejos; pero nosotros la situamos lejos porque procuramos utilizarla como medio de autoprolongación. Está aquí ahora en lo inmediato. Lo eterno, lo atemporal, es ahora; y el “ahora” no puede ser comprendido por el hombre que se halla atrapado en la red del tiempo. Libertar al pensamiento del tiempo, exige acción; pero la mente es perezosa lerda y por lo tanto crea siempre otros impedimentos. Ello sólo es posible por la verdadera meditación, la cual significa acción completa no una acción continua; y la acción integral sólo puede ser comprendida cuando la mente comprende el- proceso de la continuidad, que es la memoria, no la memoria “factual” sino la memoria psicológica. Mientras funciona la memoria, la mente no puede comprender lo que es. Pero la propia mente, la totalidad del propio ser, llega a ser en extremo creadora, a estar pasivamente alerta, cuando uno comprende la significación del terminar, porque en el terminar hay renovación, mientras en la continuidad está la muerte, la desintegración.
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