lunes, 21 de diciembre de 2020

LA MENTE CONSCIENTE E INCONSCIENTE

 20.

 LA MENTE CONSCIENTE E INCONSCIENTE

 Pregunta: La mente consciente es ignorante y temerosa de la mente inconsciente. Usted se dirige de un modo principal a la mente consciente, ¿y eso es bastante? ¿Su método traerá liberación de lo inconsciente? Tenga a bien explicar en detalle cómo se puede enfocar en forma plena la mente inconsciente.

 KRISHNAMURTI: Nos damos cuenta de que existe la mente consciente y la inconsciente, pero la mayoría funcionamos sólo en el nivel consciente, en la capa superficial de la mente, y toda nuestra vida está prácticamente limitada a eso. Vivimos en la llamada mente consciente y nunca prestamos atención a la mente inconsciente, más profunda, de la cual viene ocasionalmente una información, una insinuación; pero no prestamos atención a esa insinuación. la falseamos o la interpretamos de acuerdo con nuestros particulares deseos conscientes del momento. Ahora bien, el interlocutor pregunta si es bastante que yo me dirija de un modo principal a la mente consciente. Veamos qué entendemos por mente consciente. ¿Es ella diferente de la mente inconsciente? Hemos dividido lo consciente de lo inconsciente; ¿y está justificado? ¿Es ello verdadero? ¿Hay tal división entre lo consciente y lo inconsciente? ¿Existe una barrera definida, una línea donde lo consciente termina y lo inconsciente empieza? Nos damos cuenta de que la capa superior, la mente consciente, está activa; ¿pero es ese el único instrumento que está activo durante todo el día? De suerte que si yo me dirigiera tan sólo a la capa superficial de la mente, entonces, sin duda, lo que digo sería sin valor, carecería de sentido. Y sin embargo la mayoría de nosotros se aferra a lo que la mente consciente ha aceptado, porque la mente consciente encuentra cómodo adaptarse a ciertos hechos evidentes; pero lo inconsciente puede rebelarse, y a menudo lo hace, de suerte que hay conflicto entre lo llamado consciente y lo inconsciente. Este es, pues, nuestro problema, ¿verdad? De hecho, hay sólo un estado, no dos estados tales como lo consciente y lo inconsciente; hay sólo un estado del ser, que es la conciencia aunque lo dividáis en lo consciente y lo inconsciente. Pero esa conciencia es siempre del pasado, nunca del presente; sólo sois conscientes de cosas ya pasadas. Sois conscientes de lo que trato de comunicaros al segundo de haber hablado, ¿verdad? Lo comprendéis un instante después. Nunca sois conscientes u os dais cuenta del “ahora”. Observad vuestra propia mente y corazón, y veréis que la conciencia funciona entre el pasado y el futuro, y que el presente es el simple tránsito del pasado al futuro. La conciencia, pues, es un movimiento del pasado al futuro. Si observáis vuestra propia mente en funcionamiento, veréis que el movimiento hacia el pasado y hacia el porvenir es un proceso en el que el presente no existe. O bien el pasado es un medio de huir del presente, que puede ser desagradable, o el futuro es una esperanza alejada del presente. De suerte que la mente está ocupada con el pasado o con el futuro, y se desembaraza del presente. Esto es, la mente está condicionada por el pasado, condicionada como hindú, como brahmán o no brahmán, como cristiano o como budista, y lo demás. Y esa mente condicionada se proyecta hacia el futuro; nunca, por lo tanto, es capaz de mirar directa e imparcialmente ningún hecho. O condena y rechaza el hecho, o lo acepta y se identifica con él. Resulta evidente que una mente así no es capaz de ver ningún hecho como hecho. Ese es nuestro estado de conciencia, que se halla condicionado por el pasado, y nuestro pensamiento es la respuesta, condicionada, al reto de un hecho, de un suceso; y cuanto más respondéis según el condicionamiento de una creencia, del pasado, tanto más se fortalece ese pasado. Ese fortalecimiento del pasado, evidentemente, es la continuidad de sí mismo que se llama futuro. Ese es, pues, el estado de nuestra mente, de nuestra conciencia: un péndulo que oscila hacia atrás y hacia adelante entre el pasado y el futuro. Eso es nuestra conciencia, que está compuesta no sólo de las capas superficiales de la mente, sino asimismo de las más profundas. Tal conciencia, evidentemente, no puede funcionar en un nivel diferente, porque sólo conoce aquellos dos movimientos, hacia atrás y hacia adelante. Si observáis con mucho cuidado, veréis que no es un movimiento constante sino que hay un intervalo entre dos pensamientos; aunque sea una fracción infinitesimal de un segundo, hay un intervalo -que tiene significación- en la oscilación del péndulo hacia atrás y hacia adelante. Vemos, pues, el hecho de que nuestro pensar es condicionado por el pasado, que se proyecta hacia el futuro. Y en el momento en que admitís el pasado, debéis también admitir el futuro: porque no hay dos estados -pasado y futuro- sino un estado que incluye lo consciente tanto como lo inconsciente, el pasado colectivo y el pasado individual. El pasado colectivo y el pasado individual en respuesta al presente, emite ciertas respuestas que crean la conciencia individual; por lo tanto la conciencia es del pasado, y ese es todo el trasfondo de nuestra existencia. Y no bien tenéis el pasado, inevitablemente tenéis el futuro, porque el futuro es la mera continuidad del pasado modificado; pero sigue siendo el pasado. Nuestro problema, pues, es el de cómo producir una transformación en este proceso del pasado sin crear otro condicionamiento, otro pasado. Para expresarlo de diferente manera, el problema es éste: la mayoría de nosotros rechaza determinada forma de condicionamiento y encuentra otra forma, un condicionamiento más amplio, más significativo o más agradable. Abandonáis una religión y abrazáis otra, rechazáis una forma de creencia y aceptáis otra. Tal substitución, evidentemente, no es comprender la vida, que es interrelación. Nuestro problema, pues, es el de cómo estar libres de todo condicionamiento. O decís que ello es imposible, que ninguna mente humana puede jamás estar libre de condicionamiento; o bien empezáis a experimentar, a inquirir, a descubrir. Si afirmáis que es imposible, es obvio que dejasteis de inquirir. Vuestra afirmación podrá basarse en una experiencia limitada o amplia, o en la simple aceptación de una creencia; pero tal aserto es la negación de la busca, de la investigación, de la indagación, del descubrimiento. Para descubrir si es posible que la mente se libre por completo de todo condicionamiento, debéis estar en libertad para indagar y para descubrir. Yo digo ahora que es ciertamente posible para la mente el estar libre de todo condicionamiento; y no es que debáis aceptar mi autoridad. Si esto lo aceptáis basándoos en la autoridad, jamás descubriréis; será otra substitución, y no tendrá significación alguna. Cuando digo que es posible, lo digo porque para mí es un hecho, y os lo expondré verbalmente; mas si habéis de descubrir la verdad de ello por vosotros mismos, debéis experimentar con ello y seguirlo velozmente. La comprensión de todo el proceso de, condicionamiento no os llega por el análisis o la introspección; en el momento en que tenéis el analizador, ese mismísimo analizador forma parte del trasfondo, y por lo tanto su análisis carece de toda significación. Eso es un hecho, y debéis dejar de lado el análisis. El analizador que examina, que analiza la cosa que observa, forma él mismo parte del estado condicionado, y por lo tanto, sea cual fuere su interpretación, su comprensión, sus análisis, él sigue siendo parte del trasfondo. Por ese camino, pues, no hay escape; y el disolver el trasfondo es esencial, porque, para enfrentarse con el reto de lo nuevo, la mente debe ser nueva. Para descubrir a Dios, la verdad o lo que os plazca, la mente tiene que ser pura, no contaminada por el pasado. Analizar el pasado, llegar a conclusiones a través de una serie de experimentos, formular afirmaciones y negaciones, y todo lo demás, implica, por su misma esencia, la continuación del trasfondo en diferentes formas; y cuando veáis la verdad de ese hecho, descubriréis que el analizador ha terminado. Entonces no hay una entidad aparte del trasfondo; sólo hay pensamiento como trasfondo, siendo el pensamiento la respuesta de la memoria, tanto consciente como inconsciente, individual como colectiva. La mente es el resultado del pasado, es decir, el proceso del condicionamiento; ¿y cómo es posible que la mente sea libre? Para ser libre, no sólo debe la mente ver y comprender su oscilación a modo de péndulo entre el pasado y el futuro, sino también darse cuenta del intervalo entre pensamientos. Ese intervalo es espontáneo, no es producido por ninguna causa, por ningún deseo, por ninguna compulsión. Si observáis ahora cuidadosamente, veréis que si bien la respuesta, el movimiento del pensar, parece tan veloz, hay resquicios, hay intervalos entre los pensamientos. Entre dos pensamientos hay un periodo de silencio que no está relacionado con el proceso de pensar. Si lo observáis, veréis que ese periodo de silencio, ese intervalo, no pertenece al tiempo; y el descubrimiento de ese intervalo, la plena vivencia de ese intervalo, os libera del condicionamiento, o, más bien, no os libera a “vosotros” sino que hay liberación del condicionamiento. De suerte que la comprensión del proceso de pensar es meditación. Ahora estamos no sólo discutiendo la estructura y el proceso del pensamiento -que es el trasfondo de la memoria, de la experiencia, del conocimiento- sino asimismo tratando de descubrir si la mente puede librarse del trasfondo. Sólo cuando la mente no da continuidad al pensamiento, cuando está en silencio, en un silencio no inducido, y sin causalidad alguna, es sólo entonces cuando puede haber liberación del trasfondo. 

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