miércoles, 25 de noviembre de 2020

EL PENSADOR Y EL PENSAMIENTO

 CAPÍTULO XV

 EL PENSADOR Y EL PENSAMIENTO

 En todas nuestras experiencias hay siempre el experimentador, el observador que acopia más y más para sí, o hace abnegación de sí mismo. ¿No es ese un proceso equivocado? ¿Y no es ese un empeño que no hace surgir el estado creador? ¿Si es un proceso equivocado, podemos borrarlo completamente y dejarlo de lado? Eso puede tan sólo ocurrir cuando yo experimento, no como lo hace un pensador, sino cuando me doy cuenta del falso proceso y veo que sólo hay un estado en el cual el pensador es el pensamiento. Mientras yo esté experimentando, mientras esté “llegando a ser algo”, tiene que haber tal acción dualista; tiene que haber pensador y pensamiento, dos procesos separados en acción. No hay integración, siempre hay un centro que opera por medio de la voluntad, un centro de acción por ser o no ser: en lo colectivo, en lo individual, en lo nacional, y lo demás. Este es universalmente el proceso. Mientras el esfuerzo esté dividido en experimentador y experiencia, tiene que haber deterioro. La integración sólo es posible cuando el pensador ya no es el observador. Esto es, actualmente sabemos que hay el pensador y el pensamiento, el observador y lo observado, el experimentador y la experiencia; hay dos estados diferentes. Nuestro empeño es tender un puente entre los dos. La acción de la voluntad es siempre dualista. ¿Es posible ir más allá de esta voluntad que es separativa, y descubrir un estado en que no haya esa acción dualista? Eso puede hallarse tan sólo cuando experimentamos directamente el estado en que el pensador es el pensamiento. Ahora creemos que el pensamiento está separado del pensador, ¿pero es así? Nos agradaría creer que lo está porque entonces el pensador puede explicar las cosas a través de su pensamiento. El esfuerzo del pensador consiste en llegar a ser más o llegar a ser menos; y, por lo tanto, en esa lucha, en esa acción de la voluntad, en el “llegar a ser” algo, está siempre el factor de deterioro; perseguimos un proceso falso y no un proceso verdadero. ¿Hay división entre el pensador y el pensamiento? Mientras ellos estén separados, divididos, nuestro esfuerzo se disipa; perseguimos un proceso falso que es destructivo y que es el factor de deterioro. Creemos que el pensador está separado del pensamiento. Cuando hallo que soy codicioso, posesivo, brutal, pienso que yo no debiera ser todo eso. El pensador trata entonces de alterar sus pensamientos o sentimientos, y por lo tanto se hace un esfuerzo por “llegar a ser” algo; y en ese proceso de esfuerzo, él persigue la falsa ilusión de que hay dos procesos separados, mientras hay un proceso tan sólo. Creo que ahí está el principal factor de deterioro. ¿Es posible experimentar ese estado en que sólo hay una entidad y no dos procesos separados, el experimentador y la experiencia? Tal vez entonces descubriremos lo que es el ser creador; y qué es el estado en el que no hay deterioro en momento alguno, en cualesquiera relaciones en las que el hombre pueda hallarse. Soy codicioso. Yo y la codicia no son dos estados diferentes; hay sólo una cosa, y ello es la codicia. Si me doy cuenta de que soy codicioso, ¿qué acontece? Que entonces hago un esfuerzo por no ser codicioso, sea por razones sociológicas o por razones religiosas. Ese esfuerzo siempre será en un círculo limitado y pequeño; podré extender el círculo, pero él es siempre limitado. Por lo tanto el factor de deterioro está ahí. Mas cuando miro un poco más profunda y atentamente, veo que el que hace el esfuerzo es la causa de la codicia y es la codicia misma; y también veo que no hay un “yo” que exista aparte de la codicia, y que sólo hay codicia. Si me doy cuenta de que soy codicioso, de que no hay observador que sea codicioso sino que yo mismo soy la codicia, entonces toda nuestra cuestión es enteramente diferente; nuestra respuesta a ella es del todo diferente, y entonces nuestro esfuerzo no es destructivo. ¿Qué haréis cuando todo vuestro ser es codicia, cuando cualquier acción vuestra es codicia? Pero infortunadamente no pensamos en esa dirección. Está el “yo”, el ente superior, el soldado que controla, que domina. Pura mí ese proceso es destructivo. Es una ilusión, y sabemos por qué hacemos eso. Me divido a mí mismo en lo elevado y lo bajo, a fin de continuar existiendo. Si sólo hay codicia, completamente; si no estoy “yo” gobernando la codicia, y soy por entero la codicia, ¿qué ocurre entonces? Entonces, por cierto, funciona un proceso del todo diferente, surge un problema diferente. Es ese problema lo creador, en lo cual no hay sentido de un “yo” dominando, llegando a ser algo, positiva o negativamente. Debemos realizar ese estado si quisiéramos ser creadores. En ese estado no existe el que se esfuerza. No se trata de verbalizar ni de intentar descubrir qué es ese estado; si empezáis de esa manera, lo perderéis y jamás lo encontraréis. Lo importante es ver que el autor del esfuerzo y el objeto hacia el cual él se esfuerza, son lo mismo. Eso requiere comprensión enormemente grande, vigilancia, para ver cómo la mente se divide a sí misma en lo elevado y lo bajo; lo elevado es la seguridad, la entidad permanente pero que sigue siendo un proceso de pensamiento y por lo tanto de tiempo. Si esto podemos comprenderlo como vivencia directa, veréis entonces surgir un factor del todo diferente.

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