lunes, 13 de noviembre de 2017

CAPÍTULO 7 EL ESFUERZO

CAPÍTULO VII

EL ESFUERZO

Para la mayoría de nosotros, toda nuestra vida se basa en el esfuerzo, en algún acto de la voluntad. Y no podemos concebir una acción sin volición, sin esfuerzo; nuestra vida se basa en ella. Nuestra vida social, económica, y la vida llamada “espiritual’ es una serie de esfuerzos que siempre culminan en cierto resultado. Y creemos que el esfuerzo es esencial, necesario.
¿Por qué hacemos esfuerzos? ¿No es acaso, dicho simplemente, con el fin de lograr un resultado, de llegar a ser algo, de alcanzar una meta? Y, si no hacemos un esfuerzo, creemos que nos estancaremos. Tenemos una idea acerca de la meta hacia la cual constantemente nos esforzamos; y ese forcejeo ha llegado a ser parte de nuestra vida. Si queremos transformarnos, si deseamos producir un cambio radical en nosotros mismos, hacemos un tremendo esfuerzo para eliminar los viejos hábitos, para resistir las influencias habituales del ambiente, y lo demás. Estamos, pues, acostumbrados a esta serie de esfuerzos para encontrar o lograr algo, hasta para vivir.
¿Y todo esfuerzo así no es acaso la actividad del yo? ¿No es el esfuerzo una actividad egocéntrica? Y si hacemos un esfuerzo desde el centro del yo, él ha de producir inevitablemente más conflicto, más confusión, más infortunio. Y sin embargo, seguimos haciendo esfuerzo tras esfuerzo. Y muy pocos de nosotros comprenden que la actividad egocéntrica del esfuerzo no disipa ninguno de nuestros problemas. Por el contrario, aumenta nuestra confusión, nuestras miserias y nuestro dolor. Esto lo sabemos, no obstante lo cual continuamos esperando que en alguna forma nos abriremos paso a través de esta actividad egocéntrica del esfuerzo, o acción de la voluntad.
Creo que comprenderemos la significación de la vida, si comprendemos lo que significa hacer un esfuerzo. ¿Acaso el esfuerzo trae felicidad? ¿Habéis tratado alguna vez de ser felices? Es imposible, ¿verdad? Lucháis por ser felices, y la felicidad no os llega, ¿no es así? El júbilo no surge mediante la represión ni mediante el control o la propia complacencia. Podréis complaceros a vosotros mismos, pero al final habrá amargura. Podréis reprimiros o dominaros, pero siempre habrá lucha en lo recóndito. Por lo tanto la felicidad no es fruto del esfuerzo, ni el júbilo es fruto del control y la represión; y sin embargo toda nuestra vida es una serie de represiones, una serie de controles, una serie de complacencias que traen pesar. Constantemente, asimismo, nos dominamos, luchamos con nuestras pasiones, nuestra codicia y nuestra estupidez. ¿No luchamos, no lidiamos, no nos esforzamos en la esperanza de hallar la felicidad, de encontrar algo que nos dé un sentimiento de paz, un sentimiento de amor? Y sin embargo, ¿surge acaso el amor o la comprensión mediante el esfuerzo? Creo que es muy importante comprender qué entendemos por lucha, porfía o esfuerzo.
¿No significa el esfuerzo una lucha por cambiar lo que es en lo que no es, o en aquello que debiera ser o llegar a ser? Es decir, constantemente luchamos para evitar encarar lo que es; o intentamos alejarnos de ello y transformar o modificar lo que es. El hombre verdaderamente contento es aquel que comprende lo que es, que atribuye el verdadero sentido a lo que es. Eso es el verdadero contento; No tiene nada que ver con la posesión de pocas o muchas cosas sino con la comprensión del significado total de lo que es; y ello sólo puede advenir cuando reconocéis lo que es, cuando os dais cuenta de lo que es, no cuando tratáis de modificarlo o de cambiarlo.
Vemos, pues, que el esfuerzo es una porfía o una lucha por transformar aquello qué es en aquello que deseáis que sea. Estoy hablando únicamente de la lucha psicológica, no de la lucha con un problema físico como los de la ingeniería, o de algún descubrimiento o transformación puramente técnica. Yo hablo tan sólo de esa lucha que es psicológica, y que siempre se sobrepone a lo técnico. Puede que construyáis con gran esmero una sociedad maravillosa, empleando los infinitos conocimientos que la ciencia nos ha brindado. Pero mientras no hayamos comprendido el esfuerzo, la lucha y la batalla psicológica, y no hayamos vencido las corrientes e impulsos subconscientes, la estructura de la sociedad, por maravillosa que sea su construcción, tendrá por fuerza que derrumbarse, como ha ocurrido una y otra vez.
El esfuerzo nos aparta de lo que es. No bien yo acepto lo que es, ya no hay lucha. Toda forma de lucha o esfuerzo, es un indicio de distracción; y esa desviación, que es un esfuerzo, tendrá que existir mientras en lo psicológico yo desee transformar lo que es en algo que no es.
Es preciso que empecemos por ser libres para ver que el júbilo y la felicidad no provienen del esfuerzo. ¿Acaso la creación surge mediante el esfuerzo, o surge tan sólo cuando el esfuerzo cesa? ¿Cuándo escribís, pintáis o cantáis? ¿Cuándo creáis? Por cierto que cuando no os esforzáis, cuando estáis completamente receptivos, cuando en todos los niveles estáis en completa comunión, cuando en vosotros hay completa integración: Entonces surge el júbilo, y entonces empezáis a cantar, a escribir un poema o a pintar o modelar algo. El instante creador no nace de la lucha.
Comprendiendo la cuestión de la “creatividad”, podremos tal vez comprender qué entendemos por esfuerzo. ¿Es la “creatividad” un resultado del esfuerzo, y nos damos cuenta de nosotros mismos en los momentos en que somos creadores? ¿O la “creatividad” es un sentido de total olvido de uno mismo, ese sentimiento que se experimenta cuando no hay turbulencia, cuando uno es enteramente inconsciente del movimiento del pensar, cuando sólo existe el ser completo, pleno, exuberante? ¿Es ese estado un resultado del afán, de la lucha, del conflicto, del esfuerzo? No sé si alguna vez habéis notado que cuando hacéis algo con facilidad, con presteza, no hay esfuerzo, hay ausencia completa de lucha; mas como nuestra vida es en su mayor parte una serie de batallas, de conflictos, de luchas, no podemos imaginar una vida, un estado del ser en que el bregar haya cesado completamente.
Para comprender el estado del ser en que no hay lucha, ese estado de existencia creadora, es preciso, por cierto, examinar en su totalidad el problema del esfuerzo. Entendemos por esfuerzo la lucha por la realización de uno mismo, por llegar a ser algo, ¿no es así? Soy esto, y quiero llegar a ser aquello; no soy aquello, y debo llegar a serlo. En el hecho de llegar a ser “aquello” hay forcejeo, hay batalla, conflicto, lucha. En esta lucha nos interesa inevitablemente colmarnos mediante el logro de un fin; buscamos la propia satisfacción en un objeto, en una persona, en una idea, y eso exige constante batalla, lucha, esfuerzo por devenir, por realizarse. De suerte que este esfuerzo lo hemos tenido por inevitable; y yo me pregunto si es inevitable esta lucha por llegar a ser algo. ¿Por qué existe esta lucha? Donde exista el deseo de realizarse, en cualquier grado o en cualquier nivel tiene que haber lucha. La realización es el móvil, el estímulo que hay detrás del esfuerzo; ya se trate de un alto funcionario, de una dueña de casa o de un pobre hombre; esa batalla por llegar a ser algo, por realizarse, prosigue siempre.
Bueno, ¿por qué existe el deseo de colmarnos? Es obvio que el deseo de realizarnos, de llegar a ser algo, surge cuando existe la percepción de que uno nada es. Como no soy nada, como soy insuficiente, vacío, interiormente pobre, lucho por llegar a ser algo; externa o internamente, lucho para llenar mi vacío con una persona, con una cosa, con una idea. Llenar ese vacío es todo el proceso de nuestra existencia. Dándonos cuenta de que somos vacíos, interiormente pobres, luchamos por acumular cosas en lo externo, o por cultivar la riqueza interior. Sólo hay esfuerzo cuando uno escapa a ese vacío interior por medio de la acción, de la contemplación, de la adquisición, del logro, del poder, y lo demás. Esa es nuestra diaria existencia. Yo me doy cuenta de mi insuficiencia, de mi pobreza interna, y lucho para huir de ella o para llenarla. Esto de huir, de evitar el vacío o de procurar encubrirlo, ocasiona lucha, rivalidad, esfuerzo.
¿Y qué sucede si uno no hace un esfuerzo para huir? Que uno vive con esa soledad, con esa vacuidad; y al aceptar esa vacuidad, uno hallará que adviene un estado de ser creador que no tiene nada que ver con la lucha, con el esfuerzo. El esfuerzo sólo existe mientras tratamos de evitar esa soledad, ese vacío interior; más cuando lo miramos y lo observamos, cuando aceptamos lo que es sin esquivarlo, hallaremos que surge un estado de ser en el que cesa toda lucha. Ese estado de ser es creatividad, y no es resultado del esfuerzo.
Pero cuando hay comprensión de lo que es, o sea del vacío, de la insuficiencia interior; cuando uno vive con esa insuficiencia y la comprende plenamente, adviene la realidad creadora, la inteligencia creadora, que es lo único que trae felicidad.
Así, pues, la acción tal como la conocemos es en realidad reacción, es un incesante llegar a ser algo que consiste en negar; en evitar lo que es; mas cuando hay captación del vacío, sin opción, sin condenación ni justificación, en esa comprensión de lo que es hay acción; y esta acción es ser creativo. Esto lo comprenderéis si os dais cuenta de vosotros mismos en la acción. Observaos en el momento en que actuáis, y no sólo exteriormente; ved asimismo el movimiento de vuestro pensar y sentir. Cuando os deis cuenta de ese movimiento, veréis que el proceso de pensar -que es también sentimiento y acción- se basa en una idea de llegar a ser algo. La idea de llegar a ser algo surge tan sólo cuando hay una sensación de inseguridad, y esa sensación de inseguridad llega cuando uno se da cuenta del vacío interior. Así, pues, si os dais cuenta de ese proceso de pensamiento y sentimiento, veréis desarrollarse una constante batalla, un esfuerzo por cambiar, por modificar, por alterar lo que es. Ese es el esfuerzo por devenir, y el devenir es evitar directamente lo que es. Mediante el conocimiento propio, mediante una constante captación, hallaréis que la lucha, la batalla, el conflicto del devenir, conduce al dolor, al sufrimiento y a la ignorancia. Sólo si os dais cuenta de la insuficiencia interior y vivís con ella, sin escapatoria, aceptándolo totalmente, descubriréis una tranquilidad extraordinaria, una tranquilidad que no es un resultado artificial sino que viene con la comprensión de lo que es. Sólo en ese estado de tranquilidad hay ser creativo.



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